El centenario del nacimiento de la Dama de Hierro británica ha pasado desapercibido en España, síntoma de su creciente aislacionismo
NotMid 25/10/2025
OPINIÓN
IÑAKI ELLAKURÍA
Una de las características de la España de Pedro Sánchez, con la extrema polarización social que el propio Gobierno promueve en su dialéctica del muro, es la marcada tendencia al aislacionismo de su conversación pública. Un país cada vez más reconcentrado, pendiente de su tribal ombligo y distante de muchas tendencias, debates e incluso guerras (como la de Ucrania) de su entorno.
Un síntoma de este autarquismo, llamémoslo, sentimental es su indiferencia absoluta ante el centenario del nacimiento de quien fuera primera ministra británica -la más longeva, de 1979 a 1990, tras ganar tres elecciones seguidas- e icono de la derecha occidental, Margaret Thatcher. La efeméride ha provocado una interesante conversación sobre su figura en el Reino Unido, EEUU, Francia… Menos en España, donde solo ha interesado la revelación de que la Dama de Hierro se habría fundido en los brazos de, al menos, dos amantes también políticos.
Contrariamente al ninguneo español, Thatcher es de una actualidad rabiosa, en un momento en que la derecha tradicional lucha por sobrevivir ante la nueva derecha autoritaria que tiene en Trump su referente. Thatcher es la antítesis del norteamericano: detestaba el intervencionismo estatal; era liberal, pero no libertaria, tampoco populista; no quería ser amada, cual Narciso pop, sino respetada; no profesaba el nacionalismo económico; tampoco era globalista: creía en el valor de las viejas naciones-Estado, pero entendió que la realidad iba a ser global.
Su mandato tuvo sombras, como una ligera subida de la desigualdad social -exagerada por la literatura izquierdista- y del desempleo en los primeros años de gobierno, y muchas más luces que modernizaron la economía británica, con la privatización de industrias obsoletas y que a duras penas sobrevivían gracias a ser un monopolio inyectado de dinero público. Thatcher logró que con muchos sacrificios el Reino Unido pasara de un autarquismo impregnado de nostalgia poscolonial a ser una potencia mundial, decisiva junto a los EEUU de Reagan y al Papa Juan Pablo II en el colapso del bloque soviético.
La líder conservadora consideró sagrada la defensa de la libertad del individuo -una libertad que exige al mismo tiempo responsabilidad personal y compromiso- frente al colectivismo intrusivo y al Estado sobreprotector, y dejó un legado de gestión y política que ofrece buenas lecciones para la hoy desnortada derecha española. A diferencia de la pulsión antisistema de Vox, Thatcher defendió la vigencia de la democracia liberal, sus instituciones, consenso y liturgias, como el acuerdo con el contrario, rechazando cualquier nihilismo o derivada posmoderna. Y a diferencia de la temerosa indefinición del PP en tantas cuestiones centrales, Thatcher tomó siempre aquellas medidas que, aunque criticadas o impopulares, consideró que eran las mejores para el país en ese momento, así como las más coherentes con el programa ideológico y moral por el que fue elegida en las urnas.
