Debemos aceptar el darwinismo lingüístico como aceptamos el biológico, porque el idioma también es un organismo vivo que se debe a su función primordial: comunicarse
NotMid 10/03/2023
OPINIÓN
JORGE BUSTOS
Les habla el único periodista de este diario que lamenta el regreso de la tilde a solo. Durante años batallé por la adecuación de nuestro libro de estilo al criterio académico en las reuniones editoriales de EL MUNDO, pero salí derrotado. Los otros jefes despachaban mis argumentos con una mezcla de piedad y escepticismo, aferrados a su memoria escolar, y Joaquín Manso recurría siempre al mismo escabroso ejemplo para desautorizarme: “Esta noche tuve sexo solo dos veces”. ¿Exceso onanista o coito doble? Trampa saducea de nuestro director para elevar la excepción a norma.
En la sección de Opinión me resarcí. Instauré un régimen sintildista, si bien tuve que sofocar no pocas rebeliones. Sólo (y solo) me confortaba pensando que la RAE estaba de mi parte. Pero la emancipación del adverbio que logró sacudirse de la primera sílaba de su lomo ese yugo afilado ha durado (sólo) 12 años. Ahora el personal volverá a prodigar las tildes por la única razón de que son gratis. Y sin embargo la inflación tildista debe ser combatida por tres motivos.
Gramaticales. El sistema de la lengua evoluciona hacia la simplificación. Debemos aceptar el darwinismo lingüístico como aceptamos el biológico, porque el idioma también es un organismo vivo que se debe a su función primordial: comunicarse. Ya no escribimos con tilde ni fue ni dio ni guion. Solo es una palabra llana acabada en vocal que no puede beneficiarse de la excepción diacrítica porque siempre es tónica. El contexto aporta información suficiente para que el lector distinga el uso adverbial del adjetival.
Morales. No demuestras instrucción exhibiendo una tilde superflua sino pronunciando la segunda erre de motu proprio o hallando un oportuno sinónimo para implementar. Acata la autoridad y no seas vanidoso.
Literarios. La ambigüedad a menudo enriquece los textos. Javier Redondo escribía ayer: “Sánchez llega hasta el final sólo contra quien puede”. Si hubiera quitado la tilde, la frase habría ganado un jugoso doble sentido que expresaría tanto la soledad como la cobardía de Sánchez.
La tilde en solo es un capricho rococó, un dosel cursi. Pero comprendemos a los que militan en el solotildismo, porque en esta vida conviene estar en el bando de Arturo Pérez-Reverte.