NotMid 08/06/2023
OPINIÓN
LEYRE IGLESIAS
Contemplar el desguace en directo de la autoproclamada izquierda auténtica es el único efecto indeseado placentero del sí es sí. Cabría pensar que las guerras cainitas no son edificantes, se produzcan en el partido que se produzcan. Pero quizá enseñen algo, al menos cuando quienes reciben los mayores desaires son quienes con mayor fiereza han desairado a los demás.
Junto a Pablo Iglesias, las ministras Irene Montero y Ione Belarra, con el brillante añadido de Ángela Rodríguez Pam, han representado lo peor de esta legislatura. La ignorancia, el sectarismo violento, la arrogancia monumental y un radicalismo coherente en fondo y formas, digno de aplaudir por su claridad. Nos han dado tantas lecciones a todas y a todos y han actuado con tal soberbia con sus propios compañeros que se han convertido en el activo más perfectamente tóxico para cualquier movimiento electoral (lo de movimiento suena franquista, pero es el nombre que ha elegido Yolanda Díaz, qué le vamos a hacer).
Desconozco si la política es circular, pero hay un par de señales que sugieren que la legislatura acaba como empezó. Está Pablo Iglesias labrándose su propio futuro: antes era la vicepresidencia segunda y un ministerio para Montero; ahora, un escaño para ella y quizá una derecha gobernante que eleve las audiencias de su minitele para él.
Luego está el Tribunal Supremo avalando las rebajas de penas a agresores sexuales aplicadas por aquel culmen del feminismo legislativo que Podemos prometía al llegar al Gobierno porque la Manada había violado a una chica en Pamplona con total impunidad (15 años de prisión).
Vemos, además, a José Félix Tezanos en lo más alto de su carrera, defendiendo que los resultados del 28-M «no son tan diferentes» de lo que él pronosticó.
Y está también en la cúspide de sí misma Dolores Delgado, el primer gran escándalo de Pedro Sánchez, con el que se supo que aquello del «Gobierno bonito», limpio, regeneracionista y centrado, fue una ilusión óptica. Delgado, ex ministra de Justicia hecha fiscal general, se prepara para dirigir la Fiscalía de Memoria Democrática, en la que se decidirá sobre los asuntos que lleva desde un bufete su pareja, Baltasar Garzón. Lo de Delgado -que hoy será nombrada a propuesta de su ex subordinado, antes de ser relevado si el Gobierno cambia de color- también es muy útil: nos recuerda que la mano negra de la legislatura no ha sido Iglesias, sino el presidente.