NotMid 25/10/2025
EDITORIAL
Rusia ha sufrido esta semana un triple revés que debilita su posición en Ucrania tras el realineamiento occidental para coordinar la presión sobre Putin. Por un lado, Trump ha impuesto por primera vez sanciones directas contra las dos mayores petroleras rusas, Rosneft y Lukoil: un giro inesperado del presidente estadounidense, que hasta ahora se había inclinado por los incentivos diplomáticos para forzar al autócrata ruso a negociar y empieza a perder la paciencia con su falta de voluntad para poner fin al conflicto.
En segundo lugar, el Consejo Europeo amplió el jueves su arsenal sancionador prohibiendo la importación de gas natural licuado ruso y castigando a los sectores financiero, militar y tecnológico, aunque no logró acordar la entrega a Kiev de activos rusos congelados. Y por último, los líderes europeos cerraron ayer filas con el presidente Volodimir Zelenski durante la cumbre de la «coalición de voluntarios» -formada por una treintena de países aliados de Ucrania-, en la que el anfitrión, el premier británico Keir Starmer, reclamó el envío de armas de largo alcance a Ucrania.
La sincronización de los esfuerzos occidentales aumenta tanto el aislamiento internacional de Putin como la presión interna contra su régimen, al apuntar contra los cimientos económicos de una economía exhausta por el esfuerzo bélico para sostener su cruzada imperialista.
