El Gobierno acumula 142 reveses en el Parlamento. No se ha atrevido a someter el plan de Defensa ni los Presupuestos
NotMid 26/05/2025
EDITORIAL
Hace casi dos años, Pedro Sánchez consiguió una mayoría para su investidura. Hoy no tiene nada parecido a una mayoría para gobernar. Al contrario, como informamos en nuestro Primer Plano, los reveses parlamentarios han sido numerosos: 142 en 18 meses. Y el calado de varios de ellos habría obligado a convocar elecciones o a someterse a una cuestión de confianza a cualquier gobernante guiado por el interés general. No es el caso. Cuando Sánchez eligió alcanzar La Moncloa a través de un conglomerado de socios disolventes -muchos de ellos buscan de forma palmaria el debilitamiento del Estado-, ya dejó clara su estrategia: aguantar en el poder, como si ese fuera el único bien defendible. El poder por el poder. Ahora, cercado por los casos de corrupción que afectan a su partido, al Gobierno y a su familia; sin una mayoría social que lo respalde y sin una mayoría política estable, ¿qué acción de gobierno cabe esperar más allá de la bunkerización para lo que resta de legislatura? El resultado está siendo el desgobierno.
La legitimidad de un Gobierno se fundamenta en la confianza que el Parlamento deposita en él. También su fragilidad. La debilidad del Ejecutivo de coalición -con su absoluta dependencia de Junts y su negación del PP como un partido democrático con el que alcanzar acuerdos- ha desencadenado importantes derrotas en la Cámara Baja. Incluso PSOE y Sumar se han enfrentado radicalmente, desbordando la sana discrepancia, alrededor de cuestiones basilares. Los de Yolanda Díaz han roto la disciplina conjunta en una de cada cinco ocasiones. Es una prueba de que la ruptura política no solo es externa: la división también fractura el Consejo de Ministros.
Los batacazos han sido sonoros. Algunos afectan a la esencia programática de este PSOE -la abolición de la prostitución- con el rechazo a la Ley del Proxenetismo; o de la socialdemocracia, al dejar en el marco etnicista de Junts la reforma de la Ley de Extranjería. Otros varapalos evidencian que el cesarismo con que Sánchez guía al partido ha sido trasladado al Gobierno: las medidas se plantean como un trágala, ahí está el decreto ómnibus que se tumbó y que después tuvo que trocear. Tampoco se busca al PP con honestidad para aprobar reformas que, como la de la Ley del Suelo, benefician al conjunto de la ciudadanía. Y en otras votaciones ha quedado de manifiesto que existe una mayoría alternativa al Gobierno de coalición, como mostró la anulación del impuesto complementario a las grandes compañías energéticas.
Con todo, el mayor desprecio a la cultura democrática lo ejemplifican las cuestiones medulares para el presente y el futuro de nuestra comunidad que el Gobierno se ha negado a someter a la validación del Congreso bajo la falacia de que si no se visualiza la falta de apoyos no se erosiona su legitimidad. Es el caso del plan de Defensa y de los Presupuestos. Y, sin embargo, como mantenemos desde hace tiempo, el problema ya no es que el presidente quiera gobernar sin el apoyo del Parlamento, el problema es que a una mayoría parlamentaria le parezca que no es motivo para dejarlo caer.