A Sánchez le funcionan sus trucos y no existen mecanismos constitucionales capaces de impedir la deriva iliberal de nuestra democracia
NotMid 29/06/2025
OPINIÓN
MANUEL ARIAS MALDONADO
Todo indica que el constituyente se equivocó al llamar «presidente del Gobierno» al investido como tal por una mayoría parlamentaria salida de las elecciones; se trata más bien de un primer ministro encargado de la dirección política del país. Y se equivocó porque poco puede hacerse cuando llega alguien que actúa como si fuera líder electo de un régimen presidencialista: Sánchez no solo habla sin cesar de sí mismo, lamentando no haber almorzado o haciéndonos saber que se encuentra bien, sino que llega a retirarse cinco días fingiendo que valora dimitir o comparece de urgencia un domingo solo porque hacerlo es urgente para él.
Sobre todo, el líder socialista desdeña al Parlamento: la institución donde deben discutirse los asuntos importantes y donde se aprueban esas cuentas públicas que su Ejecutivo rehúsa presentar. Avisados estábamos: ya dijo Sánchez que gobernaría con o sin el concurso del poder legislativo. ¡Qué tío! Por algo dicen sus fans que es «el puto amo», lo que quiere decir un macho alfa al que ni siquiera las feministas que reprochan a Koldo y Ábalos sus hábitos sexuales -más grave para ellas que la compra de una investidura o el proyecto de cupo catalán- se atreven a cuestionar.
Aunque los trucos que ejecuta Sánchez para seguir en el poder están a la vista, le siguen funcionando; no existen mecanismos constitucionales capaces de impedir la deriva iliberal de nuestra democracia. Después de patrimonializar las instituciones estatales, incluido un Tribunal Constitucional que ha dado por buena la corrupta amnistía, el jefe del PSOE sigue estos días el manual populista en su choque con Trump: el imperialismo yanqui siempre ha sido el mejor enemigo. También leemos que quiere relajar las condiciones de acceso a la judicatura, descabezar a la UCO o legislar contra el valor probatorio de las escuchas grabadas -menuda casualidad- a la manera de Koldo García.
Sin embargo, no hay truco más eficaz que retratarse -otro selfi- como freno contra la ultraderecha. Así lo vemos en las redes sociales, que muestran en vivo las reacciones del público: incluso quienes aceptan que Sánchez juega sucio se aferran a la imagen hiperbólica de la alternancia creada por el laboratorio monclovita -Feijóo trumpista y otras puerilidades- para justificar su voto fiel. ¡Pase lo que pase! Ya veremos, cuando se abran las urnas, si a Sánchez le salen las cuentas. Pero la dependencia emocional de tantos conciudadanos socava nuestra democracia y nos hace a todos más cínicos.