“Las fuerzas armadas tienen que acabar su proceso de modernización total para 2035 y ser capaz de pelear y ganar guerras para 2049”, asegura Xi
NotMid 14/03/2023
ASIA
Puñetazos, patadas, piedras y palos. Esas fueron las armas que el ejército chino utilizó en su última batalla. Fue una pelea cuerpo a cuerpo a 4.200 metros de altura contra las tropas indias en la frontera del Himalaya. Apenas participaron 260 soldados de ambos bandos. Hubo ocho muertos del lado chino y una veintena del indio. Ocurrió en junio de 2020 y ha sido el enfrentamiento militar más ruidoso que Pekín ha tenido en los últimos años. Para buscar un conflicto de cierta envergadura con la armada china de por medio, hay que remontarse a 1979, cuando invadieron el norte de Vietnam. Entonces, China era un país muy pobre, con una población que se relamía las heridas de la reciente Revolución Cultural de Mao Zedong y con un ejército trivial.
¿Qué pasaría si la China de 2023 entrara con todo a una guerra? Algunos analistas opinan que el Ejército Popular de Liberación (EPL) cojea de una pata muy importante: carece de experiencia en combate.
Pekín no ha peleado a gran escala con armas todavía en este siglo, pero cuenta con la armada más grande del mundo: más de dos millones de soldados, de los que casi un millón están ahora mismo en activo, listos para cualquier imprevisto bélico que salte. Tampoco hay que olvidarse de los alrededor de 340 buques de guerra y submarinos que tiene. O los 2.800 aviones de combate de los que dispone. O las 400 ojivas nucleares que hay en su arsenal, un número que achanta, aunque están muy lejos aún de las más de 3.700 operativas que tiene Estados Unidos.
La fuerza de combate china flaquea todavía en algunos puntos clave si se compara con la estadounidense. Pero Pekín planea equilibrar la balanza. Es una de las grandes obsesiones que tiene el timonel Xi Jinping, quien además es el mandamás del ejército como presidente de la Comisión Militar Central. “Las fuerzas armadas tienen que acabar su proceso de modernización total para 2035 y ser capaz de pelear y ganar guerras para 2049″. Estas son palabras textuales de Xi, que además repite muy a menudo.
En resumen: Pekín está preparando un super ejército de “clase mundial” que debe “impulsar la preparación para el combate”. Estos dos últimos entrecomillados también son de Xi. Los dijo el pasado miércoles durante su encuentro con los jefes del EPL en una sesión de la Asamblea Popular Nacional (APN), el cónclave político anual del Parlamento chino, que justo ha concluido este lunes.
Fue en la apertura de este evento cuando el primer ministro saliente, Li Keqiang, presentó un presupuesto militar para este año, que aumentó un 7,2% (1,5 billones de yuanes, que al cambio son alrededor de 220.000 millones de euros). Esta cifra suponía el mayor incremento en defensa en los últimos cuatro años. Además, revertía la tradicional tendencia de que la expansión militar siempre estaba en un segundo plano frente al crecimiento económico, que este año se moderó a un 5%.
En 1993, China era el noveno país que más gastaba en defensa. Hoy es el segundo, solo por detrás de EEUU. El ya ex premier Li, para justificar delante de todos los diputados de la asamblea el porqué del aumento militar, aseguró que los intentos por “reprimir y contener a China” estaban aumentando.
Del mismo hilo tiró un día después en otra sesión parlamentaria el presidente Xi. “Los países occidentales, liderados por los EEUU, han implementado medidas de contención, cerco y represión contra nosotros, lo que ha generado desafíos severos sin precedentes para el desarrollo de nuestro país”, soltó el presidente, abriendo lo que para muchos significa una nueva etapa de diplomacia más dura por parte de Pekín. En su década al frente de la segunda potencia mundial, Xi Jinping nunca había pronunciado un discurso tan directo diciendo a su pueblo que China está siendo atacada por Occidente.
Expandiendo un poco más el foco en toda la región, los políticos chinos han defendido estos días la necesidad de invertir más en defensa porque todos los países que China tiene alrededor, y no precisamente sus aliados, se están rearmando. Japón ha presentado un presupuesto militar récord, duplicando su gasto militar; India aumentará ese presupuesto un 13%; Corea del Sur avisa de que quiere ser una potencia nuclear; Australia anunció hace un par de días su idea de comprar cinco submarinos de propulsión nuclear a EEUU.
“El presupuesto del Pentágono para este año (768.000 millones de euros) es cuatro veces más que el de China. Otros miembros de la OTAN presentan unos gastos militares por encima del 2% del PIB, mientras Pekín los mantiene en torno al 1,3%. Está claro que el principal responsable de las tensiones actuales en todo el mundo no es China”, señala Zhou Chenming, investigador en Yuan Wang, un think tank especializado en temas militares con sede en Pekín.
Desde Washington, en cambio, llevan años acusando al Gobierno de Xi de camuflar su verdadero gasto militar. Han sido muchas las voces de la administración Biden, y de anteriores gobiernos estadounidenses, las que han acusado al régimen chino de ser propenso a maquillar sus cifras según le conviene. Los números pueden bailar, pero, como a cualquier otra potencia militar, a Pekín también le gusta sacar de vez en cuando músculo militar presumiendo de armas punteras.
A finales del año pasado, aprovechando la celebración del congreso del Partido Comunista, en el Centro de Exposiciones de Pekín se exhibieron para el público dos misiles balísticos, el Dongfeng-41 y el Dongfeng-17, de los más avanzados que tiene China. El DF-41, uno de los misiles de mayor alcance del mundo (un balístico intercontinental que alcanza más de 12.000 km), puede transportar múltiples ojivas nucleares -desde el Pentágono aseguran que Pekín podría contar con unas 1.500 ojivas para 2035– y llegar a golpear cualquier parte de la costa de Estados Unidos. Incorporado al DF-17, de mediano alcance, va un vehículo de planeo hipersónico que hace que los misiles sean casi imposibles de interceptar.
Junto a estos dos cohetes, en la exposición también se presentó el dron GJ-11 Sharpe Sword, apodado “espada afilada”, capaz de volar a casi 1.000 kilómetros por hora disparando municiones guiadas con precisión. Una joya del ejército chino que los analistas más beligerantes del gigante asiático dicen que puede ser el arma clave para evadir las defensas en una futura invasión a Taiwan, la isla autogobernada que China considera una provincia separatista.
Todas estas armas salieron también en una serie emitida por el canal estatal chino, donde además se presentaron lo que los expertos del EPL llamaron “armas de nueva generación para la guerra futura”. Como los “misiles invisibles”, que son los proyectiles hipersónicos DF-17 lanzados desde vehículos móviles, equipados con tecnología de inteligencia artificial, que podrían evadir la detección de satélites, radares y drones. Y no podía faltar en la propaganda bélica los famosos misiles “asesinos de portaviones”, el DF-21D, un balístico capaz de transportar múltiples ojivas nucleares, y el DF-26B, que tiene un alcance de 4.000 km y se puede utilizar en ataques nucleares contra objetivos terrestres y navales.
Poco antes de la exposición militar durante el congreso del partido, en la ciudad sureña Zhuhai, con vistas directas al disputado Mar del Sur de China, hubo una feria de aviones de combate, con el plato fuerte del caza J-20, su avión más avanzado para competir con el F-22 de fabricación estadounidense, o el J-15, de fabricación local sobre la base de un prototipo del Su-33 de diseño soviético, que se lanza desde un portaaviones -Pekín ya tiene tres, aunque EEUU cuenta con 11- y puede transportar un misil balístico de gran tamaño.
Además de exhibir aviones y cohetes delante de las cámaras y en ferias, son frecuentes las maniobras del ejército chino muy cerca de Taiwan, incluso cruzando la línea media del estrecho, la frontera marítima no oficial que separa ambos territorios. Aunque la mayor demostración de fuerza sobre la isla fue un mega simulacro de invasión ejecutado el pasado verano como respuesta a la provocadora visita a Taipei de la entonces presidenta de la Cámara de Representantes de EEUU, Nancy Pelosi.
La celebración de la gran reunión política anual de China ha coincidido con la primera de las dos rondas de reclutamiento militar que se suelen ordenar en el país asiático. Según la ley del servicio militar, todos los varones de entre 18 y 22 años deben registrarse al servicio. Pero a la hora de la verdad, las autoridades pasan muchas veces por alto el ingreso obligatorio porque habitualmente hay más que suficientes voluntarios para llenar el cupo. Estos pueden prolongar el servicio activo hasta 12 años y cada vez ingresan más perfiles cualificados (estudiantes universitarios que están cursado carreras científicas y tecnológicas). Así lo requiere el presidente Xi Jinping, quien ha enfatizado estos días en la necesidad de reclutar nuevos talentos porque quiere un super ejército moderno y bien armado.
Lucas De La Cal