NotMid 07/12/2025
DEPORTES
El primer mensaje de radio crepitó en los auriculares de Gianpiero Lambiase apenas el Red Bull cruzó la línea de meta el sábado. No fue una celebración, sino una advertencia encubierta: “Mañana vamos a divertirnos”. Esa frase, aparentemente inocua, se transformó en una amenaza directa minutos más tarde, cuando Max Verstappen se plantó ante los micrófonos en la zona mixta de Yas Marina: “Que tengan cuidado. No tengo nada que perder. Vamos a darlo todo”.
Con estas palabras, el holandés no solo celebraba su octava pole del año, sino que declaraba oficialmente inaugurada la guerra psicológica. Hoy, bajo los focos del desierto, Verstappen busca su quinto título consecutivo, pero sabe que la velocidad pura no bastará. Necesita ganar, sí, pero también necesita que Lando Norris cruce la meta cuarto o peor. Y para que las matemáticas cuadren, Max está dispuesto a invocar las “artes oscuras” del automovilismo.
El Fantasma de Hamilton y Rosberg (2016)
En el paddock nadie espera una escapada solitaria del Red Bull. George Russell, quien comparte la primera fila y conoce bien los trucos del oficio, lo dejó claro: “Max no se va a separar del pelotón”. La estrategia que se huele en la parrilla es un déjà vu de 2016.
En aquel entonces, Lewis Hamilton, necesitado de un milagro, ralentizó deliberadamente el ritmo para empujar a Nico Rosberg hacia las garras de Vettel y Ricciardo. Hoy, Verstappen podría replicar esa táctica: convertir su RB20 en un tapón de lujo, manteniendo a todos en un tren de DRS y esperando que el caos se desate detrás de su alerón trasero. “Espero que lo haga, así tendremos opciones de podio”, admitió Russell con una sonrisa sibilina. Si Lando cae en esa trampa, quedará a merced de los Mercedes, los Ferrari y, quizás, del propio Piastri.
Duelo al Sol: El Factor Miedo
Pero hay un escenario más crudo: el combate directo. Verstappen ha identificado a Norris como una víctima propicia en el cuerpo a cuerpo durante las últimas dos temporadas. Si la carrera deriva en un duelo rueda a rueda, la agresividad de Max es una certeza; la respuesta de Lando, una incógnita.
“Voy a intentar ganar, pero necesitamos un poco de ayuda o suerte”, reconoció Verstappen. Esa “ayuda” podría venir en forma de un error forzado. Max sabe que Lando es uno de sus mejores amigos fuera de la pista, pero dentro del habitáculo, no dudará en llevarlo al límite, incluso si eso implica arriesgar su propia carrera para provocar un fallo del británico.
Pánico en el Muro de McLaren
Mientras Red Bull juega al ataque, en McLaren se respira el aire denso de la ansiedad. La escudería de Woking, que ha tenido el coche más rápido gran parte del año, llega al desenlace tambaleándose. Los fantasmas son recientes y dolorosos: la doble descalificación en Las Vegas y la desastrosa estrategia en Qatar han dejado al equipo “papaya” como un barco a la deriva en el peor momento posible.
Zak Brown, CEO de McLaren, intenta mantener la compostura asegurando que están “preparados para cualquier escenario”, pero la sombra de 2007 es alargada. Nadie osa mencionar aquel año en el que Ron Dennis y un equipo fracturado perdieron un título cantado frente a Kimi Räikkönen. La fragilidad operativa mostrada recientemente por el equipo de Andrea Stella es el clavo ardiente al que se aferra Verstappen.
Los Aliados Inesperados
Por si el tablero no fuera lo suficientemente complejo, entran en juego los peones. Yuki Tsunoda y el debutante Isack Hadjar parten desde posiciones que podrían interferir en la remontada de los McLaren. El sábado, Tsunoda ya le dio un “susto de muerte” a Norris en los libres, una maniobra que le costó una multa de 10.000 euros. ¿Fue un error o un aviso? Con la familia Red Bull involucrada, la paranoia en McLaren está justificada.
El escenario está listo. El circuito de Yas Marina, modificado en 2021 para favorecer los adelantamientos (31 el año pasado, 60 en 2023), promete acción. Pero hoy no se trata solo de adelantar. Se trata de resistir, de empujar y de no romperse.
Verstappen dice que quiere “divertirse”. Para el resto, especialmente para Lando Norris, la definición de diversión de Max suele parecerse mucho a una pesadilla. Que caiga la bandera a cuadros.
Agencias
