La desconfianza de la OTAN respecto al Gobierno se debe al putinismo de Podemos, pero sobre todo a la decisión de Sánchez de mantener congelada la inversión en Defensa

NotMid 29/06/2022

OPINIÓN

IÑAKI ELLAKURÍA

La hierática figura de Sánchez cobra brillo de fugaz estadista en las citas internacionales, como esta cumbre de la OTAN que desembarcó en Madrid con medio Gobierno de España al servicio de la criminal propaganda putineja y el otro tratando de disimular la clase de calaña con la que a gusto se asocia.

Por lo general, estos son encuentros milimetrados, con conclusiones y acuerdos negociados por los fontaneros de la diplomacia y en los que se reserva a los presidentes el poder de culminar lo pactado y ofrecer un mensaje de unidad institucional. Es decir, la perfecta pasarela para que el socialista luzca el porte que deslumbra a Tezanos y se pavonee haciendo aquello que, por perezoso, Rajoy nunca pudo y a Aznar se le criticó por antipático: conversar en aparente camaradería con los que de verdad mandan.

La condición de anfitrión favorece a la natural impostura del líder del PSOE, quien se agarra a la agenda exterior y la buscada entrevista con Biden para disimular el hedor a descomposición que desprende el entramado sanchista. Como evitará que los otros miembros de la OTAN, por deferencia con el que paga la juerga oficial y la más divertida off-cumbre, exhiban de nuevo la desconfianza que les despierta. Su exclusión del viaje a Kiev de MacronScholz y Draghi, así como de las reuniones telemáticas que organizó Biden con líderes europeos por la invasión de Ucrania, son decisiones que retratan a Sánchez como lo que es un peso ligero en el cuadrilatero internacional.

Una irrelevancia nefasta para España, en su necesidad de atar el compromiso de la OTAN de defender a Ceuta y Melilla, pero del todo comprensible cuando se sufre a un Gobierno que exhibe orgullosas conexiones con los regímenes totalitarios de Cuba, Nicaragua y Venezuela, en el que abundan los nostálgicos de la URSS y los propagandistas de Putin, ahora emboscados ante la dificultad de justificar las matanzas rusas en Ucrania, pero que como Moscú acusan a la OTAN de ser una organización terrorista.

Todos ellos son motivos suficientes para la sospecha atlantista, por mucho que el PSOE los cargue sobre Podemos, pero que en el balance final cuentan menos que algunas decisiones estructurales que dependen de Sánchez. Entre ellas, la baja inversión en Defensa, un 1,1% del PIB –solo Luxemburgo gasta menos– y el hecho de que el 60% del presupuesto se destine a la soldada y no a la urgente modernización del armamento y material. Lo que condena España a ser una triste rémora militar para sus socios.

ElMundo

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