En su despedida dijo que su marcha se debía a los razones personales, pero Ortega Smith ha hablado de “los que no han sabido reconocerlo”
NotMid 08/08/2023
OPINIÓN
EMILIA LANDALUCE
Iván Espinosa de los Monteros ha dejado Vox. Ha dicho que se debe a motivos personales, «que sus padres son demasiado mayores y que sus hijos aún no lo son». Se queda de afiliado, por lo que no puede decirse que abandona el partido. De trasfondo tenemos la retirada del partido de Santiago Abascal de un posible Gobierno de coalición de Núñez Feijóo, por si su mera pretensión de ocupar cargos pudiera servir como excusa para que el PNV no votara al popular como presidente en una investidura. El PNV ha vuelto a quedar retratado. Recordemos que suyos fueron los votos que en 2018 hicieron que la moción de censura de Sánchez saliera adelante. Después llegó el (llamado) Frankenstein y quién sabe si a partir de septiembre no estaremos en manos del Gobierno zombi, por llamarlo de alguna manera, porque parece que los únicos muertos a los que no quieren hacer vivientes son los de ETA. (Esos por lo que EH Bildu ya no se siente obligado a pedir perdón).
Es difícil saber si la renuncia de Espinosa de los Monteros responde a esa pugna que al parecer mantienen en Vox sectores mal llamados liberales y otros más nacional-ultramontanos. O si simplemente, en efecto, se debe a lo que dice Espinosa de los Monteros, que es una razón comprensible para cualquier profesional al que le vaya bien en la vida privada. Esto es: que la política no compensa los sinsabores de la vida.
Es pronto para saber del devenir de Vox. Ayer muchos ya lo daban por amortizado. No lo está, como tampoco lo está, pese a lo que se publica, Podemos porque Pablo Iglesias, Yolanda Díaz y Errejón no difieren tanto en lo que dicen y tienen en común el apego por el poder. De ahí que a la diputada saharaui de Sumar no se le haya oído ni mu sobre las vacaciones de Sánchez en Marruecos o que a Yolanda no le parezca mal que Cataluña no reparta con las comunidades más pobres, como dice Puigdemont.
En esto se parece al PNV, al que espero que sus votantes castiguen aún más cuando vean las consecuencias de la Ley de Vivienda, los impuestos… Para eso se vota a Bildu, que tiene cierta pátina molona. Con su pan se lo coman.
Por lo menos, en el caso de Iván se aprecia que él no está dispuesto a tragar con todo -«algunos no han sabido reconocértelo», le decía Ortega Smith- por el sueldo de diputado y esa relevancia pública a la que también se hacen adictos los políticos. Está bien que a alguien no le compense.