¿Qué ha ocurrido para que esa guerra, que parecía, terminada, continúe? Básicamente que algunos de los seres queridos y entusiastas de quienes la perdieron, creen poder estar a tiempo y en condiciones de ganarla

NotMid 13/03/2023

OPINIÓN

ANDRÉS TRAPIELLO

Acaban de aparecer tres libros, uno de Arturo Barea, otro de Álvaro Pombo y otro de Ignacio Martínez de Pisón. Los tres son novelistas y a sus tres libros se les está prestando una atención muy merecida. El de Barea lo componen dos ensayos sobre la guerra civil y el régimen de Franco que le siguió. El de Pombo y el de Pisón son novelas. Los ensayos de Barea agrupados en Contra el fascismo se publicaron antes en Inglaterra y aquí se traducen por primera vez. El de Pombo, Santander, 1936, es una novelesca conversación (un diálogo platónico, diríamos), entre un joven falangista y su padre, azañista convencido, ambos parientes cercanos de Pombo. El de Pisón, Castillos de fuego, es una novela histórica. En realidad los tres tienen en común la Historia de España.

¿Qué ha pasado con la guerra civil? Hacia 2002, el año que se publicó por primera vez en España La revolución española vista por una republicana de Clara Campoamor, la guerra parecía acabada: no mereció ni una sola reseña en los periódicos ni de historiadores ni de críticos literarios. ¡En 2002! Tampoco se dio nadie por enterado cuando se publicó en 2008 Democracias Destronadas de don José Castillejo, y cuando se reeditó Celia en la Revolución de Elena Fortún en 2016 (su primera edición ¡de 1987!, pasó igualmente inadvertida, ¡una de las tres mejores novelas sobre la guerra civil!, y hay cientos), el crítico más puntilloso se marcó un zapateado genial: “El libro no vale nada. Su autora es una escritora muy menor que hoy solo interesa por razones extraliterarias”. Los tres libros (junto A sangre y fuego de Chaves Nogales, que tardó igualmente cincuenta años en ser reeditado en España) son libros importantes, imprescindibles para entender algo más lo que sucedió en 1936. Y que se hubieran “tasado a desprecio” era hasta cierto punto bueno, quería decir que la guerra civil era cosa pasada.

La publicación de los libros de Barea, Pombo y Pisón nos recuerda ahora que la guerra civil aún no ha terminado. Según el doctor Marañón, falta poco (decía que las guerras civiles duran cien años). ¿Qué ha ocurrido para que esa guerra, que parecía terminada, continúe? Básicamente que algunos de los seres queridos y entusiastas de quienes la perdieron, creen poder estar a tiempo y en condiciones de ganarla. Para eso en parte está la Ley de Memoria democrática, antes de Memoria histórica. ¿Y en qué consiste esa memoria? ¿En recordar? En recordar el pasado tanto, a veces, como en recordarlo mal o recordarlo a trozos, las partes que le convienen a cada cual.

En las primeras páginas de su libro, Barea informa en 1941 a los ingleses que había en España “un millón de hombres en prisión y en campos de concentración”, y “un millón de muertos”. Y en las últimas, que la futura España democrática tendría que “aprender cómo los anarquistas fueron unos espléndidos administradores y organizadores”. La intención de Barea, pasando por alto los crímenes anarquistas, fue la de combatir el fascismo, pero la propaganda tiene las patas cortas. De ahí que la ficción a veces resulte más útil a la Historia. Lo fue en La Forja de un rebelde, y lo es en estas dos novelas.

Santander, 1936 es una indagación familiar (la ruina de los Pombo) y política (la ruina de España), y como tal indagación, impecable (nadie mejor que él para hablar de los Pombo y nadie mejor que Pombo para adentrarse en ese campo minado que es la Falange). La novela de Pisón, un alarde de estudio y minucia narrativa, se inicia precisamente con las aparatosas exequias de José Antonio. Pombo lleva su relato a la masacre del barco-prisión en el que fueron asesinados a sangre fría más de ciento cincuenta “elementos derechistas”. Pisón, al asesinato del comunista Gabriel León Trilla. Pombo se pone en la piel del muchacho falangista, no en su ideario, y a Pisón no le hace falta tampoco asumir el ideario de Trilla para ponerse en el pellejo de ese hombre que tampoco fue mucho mejor que sus asesinos.

Más temprano que tarde “esa maldita guerra” terminará. Quedarán, por suerte, en la historia y en el trayecto, libros como los suyos.

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