Petro se suma a un buen número de líderes que participan en mayor o menor medida de la deriva iliberal de Latinoamérica

NotMid 21/06/2022

EDITORIAL

El triunfo en las presidenciales colombianas del líder de la extrema izquierda, Gustavo Petro, abre un periodo de enorme incertidumbre sobre el futuro político del país. El ex guerrillero será el primer gobernante de izquierdas de Colombia. Y no ha disimulado en ningún momento su simpatía hacia el movimiento populista de inspiración bolivariana y vocación autoritaria que está arrasando la salud democrática de buena parte de la región. Por ello, hasta Bogotá llegaron rápidamente las efusivas felicitaciones del sátrapa venezolano -a Petro se le llegado a tildar en campaña como «el candidato de Maduro»-, a las que pronto se unieron las del dictador cubano, Miguel Díaz-Canel, y el nicaragüense Ortega. Con su victoria, Petro se suma a un buen número de líderes que participan en mayor o menor medida de la deriva iliberal que está marcando el actual ciclo político en el subcontinente americano -ahí están Alberto Fernández (Argentina), Pedro Castillo (Perú), Luis Arce (Bolivia) o el chileno Gabriel Boric-.

A la inquietud por la posible confluencia de Colombia con las dictaduras del eje cubano-bolivariano se une la fuerte polarización que hoy sacude al país, sumido en un clima de desconfianza hacia la política tradicional nunca antes visto. Ello explica que a la segunda vuelta presidencial llegaran dos candidatos tan en los márgenes del sistema: el mismo Petro y su rival, el outsider Rodolfo Hernández, con poco más apoyo que un movimiento en torno a su liderazgo, sin programa y con la única consigna de luchar contra el sistema. Y todo ello cuando el país debe hacer frente a la cronificación de dificultades tan graves como su alto índice de pobreza (más del 40%) y desempleo (cercano al 15%), los problemas de orden público y seguridad, la reactivación de grupos armados en determinadas zonas del territorio y la enquistada corrupción política y administrativa.

La promesa de Petro, ratificada tras su elección, de hacer frente a estos obstáculos al precio que sea necesario abre una peligrosa puerta a implementar estrategias populistas totalitarias enmascaradas bajo el pretexto de la necesidad de tomar medidas extraordinarias para solventar problemas extraordinarios: la misma deriva que ha conducido a otros países de la región a déficits democráticos rayanos en la dictadura. Solo cabe esperar que el ejercicio del poder modere las expresiones más radicales de quien tiene ahora en sus manos el futuro de la democracia en Colombia.

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