Acaso el Brexit sea, con la debida excepción del disparador de imposibles que fue el ‘procés’ soberanista, la estafa colectiva más lograda de los últimos años
NotMid 29/10/2022
OPINIÓN
MANUEL ARIAS MALDONADO
Yo fui, perdonadme, un early adopter del Brexit. Tardé tanto en hacer ese pedido a Londres aquella Navidad que cuando el producto llegó a la frontera el nuevo acuerdo entre la UE y el Reino Unido estaba ya en vigor. Así que la empresa de mensajería me reclamaba unos aranceles delirantes y una tasa desorbitada por la gestión de los trámites burocráticos sobrevenidos. Cuando escribí a la tienda, el dueño se llevó las manos a la cabeza: no imaginaba que podría suceder algo así -¿ingenuidad o estulticia?- y comprendió que sus exportaciones europeas llegaban a su fin o casi: el continente quedaba aislado.
Desde entonces, la anécdota se ha convertido en categoría: algunos británicos empiezan a darse cuenta de que se dispararon en el pie cuando apuntaban a Bruselas. Acaso el Brexit sea, con la debida excepción del disparador de imposibles que fue el procés soberanista, la estafa colectiva más lograda de los últimos años. Breve resumen: prometieron a los británicos que «recuperarían el control» y millones lo creyeron. Es evidente que los problemas del Reino Unido, como han matizado algunos comentaristas, obedecen también a otras causas. Sin embargo, hoy tienen mucho que ver con aquella decisión absurda: el país es como un borracho resacoso que ha perdido las llaves de casa sin poder recordar dónde.
Ahora bien, nada de eso debería sorprender a los españoles, quienes de un tiempo a esta parte mantienen una relación habitual con la mentira política. La última viene repitiéndola Pedro Sánchez con su desparpajo habitual: hay que rebajar la pena que castiga el delito de sedición, para así alinearnos con el resto de países europeos. Ya explicó el Tribunal Supremo que, si atendemos a las conductas tipificadas y no al nombre del delito, los hechos del procés se castigan por ahí fuera incluso con mayor dureza. Pero, ¿qué importará eso?
La finalidad de esta chatarra argumentativa -como la ha llamado Daniel Gascón- es asegurarse la complicidad de los aliados del Gobierno. O sea: la de quienes organizaron o alentaron esa sedición cuyo castigo quiere rebajarse. ¡Qué casualidad! De paso, se fuerza la ruptura de las conversaciones sobre el CGPJ y se acusa a Feijóo de deslealtad: bingo.
Su efecto final, empero, es más hondo: desarma al Estado frente a sus enemigos. ¿Escándalo? No exageremos: a juzgar por las encuestas, muchos españoles están de acuerdo. O quizá no. Ya se verá.