NotMid 04/10/2022

EDITORIAL

LIZ TRUSS está dilapidando su capital político a una velocidad aún más vertiginosa que su antecesor, Boris Johnson. Cuatro semanas después de tomar posesión del cargo, la primera ministra británica se ha visto forzada a una humillante marcha atrás en su plan estrella para afrontar el gélido invierno económico que se le viene encima al Reino Unido. A la crisis de credibilidad en la que Truss ha embarrancado a su Gobierno -lanzando una masiva rebaja fiscal combinada con ayudas sociales y sin prever siquiera el déficit y el endeudamiento– sólo le faltaba la imagen del canciller Kwasi Kwarteng bautizando en champán la iniciativa rodeado de banqueros. Mientras tanto, la libra y los bonos británicos comenzaban a caer en picado en los mercados y el Banco de Inglaterra se veía obligado a comprar deuda para resucitar la divisa -que llegó a rozar la paridad con el dólar en su peor nivel en medio siglo- y salvar al país de la quiebra.

De nada le ha valido a la premier escudarse en su ministro de Finanzas, que ayer tuvo que dar la cara para anunciar que anulaba la supresión del tipo máximo del 45% para las rentas más altas (las que superan los 170.000 euros). El fracaso de su gran apuesta política recae sobre ella, responsable directa del hundimiento de los tories en unas encuestas que sitúan ya al partido 33 puntos por detrás del laborismo y hunden su propia popularidad a niveles peores que los de Johnson en su agonía final. Tres de cada cuatro votantes creen que «ha perdido el control de la economía», según las últimas encuestas.

La debilidad exhibida por la primera ministra pone de relieve la enorme capacidad de los artífices del Brexit para confundir la realidad con las fantasías populistas en las que desde el principio se fundó el divorcio con la UE. Sin un plan que cimentara la bajada de impuestos y cuadrara el balance de las cuentas del Estado en medio de una crisis energética que ha disparado la inflación, su ofensiva fiscal quedó sentenciada primero por los mercados y luego por los propios conservadores, que amenazaron con dinamitarla en el Parlamento, donde tenía que aprobarse.

La improvisación e inexperiencia del Ejecutivo durante esta semana de pánico financiero ha minado todavía más unas instituciones británicas ya de por sí golpeadas por la caótica gestión del Brexit que se arrastra desde la ruptura de 2016. Truss lo va a tener difícil para restaurar la credibilidad del Reino Unido y debe hacerlo tomando tierra con un plan de crecimiento sólido que calme a los inversores.

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