Basta ya de lamerse la llaga, damas y caballeros del centroderecha: no les educaron para eso. Es hora de levantar la cabeza, empuñar la honda y sonreír a la fealdad del gigante de pies de barro
NotMid 22/08/2023
OPINIÓN
JORGE BUSTOS
Ahora que el PSOE está a punto de hacer con Puigdemont lo mismo que Rubiales con Jennifer Hermoso -lo de Sánchez será un beso de tornillo en varias lenguas-, una insuperable repugnancia se ha instalado en el cuerpo liberal y conservador del país, que se niega a serlo de países. El personal no encuentra consuelo, y no lo comprendemos, porque le sobran razones para sacudirse de una vez este luto paralizante y narcisista. Basta ya de lamerse la llaga, damas y caballeros del centroderecha: no les educaron para eso. Es hora de levantar la cabeza, empuñar la honda y sonreír a la fealdad del gigante de pies de barro. Primero porque su caída será más dura, empujada por un cúmulo de circunstancias económicas y territoriales suficientemente inventariadas: de las reglas de gasto a las elecciones vascas y catalanas. Y segundo porque eso de la oposición más poderosa de la historia no es frase hecha.
Nunca un Gobierno fue menos estable y nunca una oposición acumuló tanto poder municipal, autonómico y parlamentario. Las ocasiones para convertir cada día de la legislatura de Pedro Puigdemont en un infierno delicioso serán innumerables. Falta, claro, que Feijóo se lo crea. Que descubra su propio arsenal. Y que lo despliegue sin miramientos hasta que la prensa sanchista fiche de columnista a Marcial Dorado. Ya tardan.
El PP debe transformarse en una máquina de guerra perfectamente afinada. No por venganza, sino en cumplimiento del mandato de los españoles y en defensa de la última frontera del 78. Del más remoto pleno municipal a los pasillos de Bruselas, de las sesiones de control en las Cortes a los recursos judiciales, de las comisiones parlamentarias -¿qué tal una sobre las menores prostituidas bajo tutela en Baleares, doña Francina?- a las conferencias sectoriales. Sin apasionamientos ni insultos: con frialdad profesional y rutinaria lealtad a la Constitución. Sánchez ha despreciado cualquier forma de colaboración con el PP, ha acordonado a sus votantes, humillado a media España y ahogado entre risas la posibilidad de la concordia; désele lo que tanto ha pedido. No es no. Nada es nada. Nunca es nunca.
El primer paso de esta dulce estrategia de oposición lo marca la investidura. Por eso importa que Feijóo haga valer ante el Rey sus 172 escaños, que hoy son más de los que puede presentar Sánchez. Bastan y sobran para el propósito inaugural de retratar la traición destituyente y de levantar una alternativa desde la tribuna del Congreso. Un tono, un liderazgo, una esperanza: eso se espera de Feijóo. Después irá Sánchez, con las rodillas peladas de peregrinar a Waterloo. Y que empiece el espectáculo.