No resulta del todo prudente que Sánchez haya mostrado un exceso de apoyo para que ingresen sin más dilación a la UE los países balcánicos.

NotMid 02/08/2022

EDITORIAL

La gira de Pedro Sánchez por los Balcanes occidentales concluyó ayer en la que se preveía la parada más espinosa, Albania. Porque las diferencias bilaterales son hoy casi irresolubles ante un asunto clave para la estabilidad geopolítica de toda la región: Kosovo. Sánchez se vio obligado a reiterar que no reconoce la independencia que este territorio declaró en 2008 de forma unilateral. Pero para las autoridades albanesas es imprescindible que Kosovo se siente ya a la mesa de «los Balcanes abiertos» y provocaron la incomodidad de nuestro presidente al asegurar que España mantiene su postura por «razones internas» en alusión velada a Cataluña.

Kosovo sigue siendo lo que muchos analistas definen como un polvorín tranquilo. Y es solo uno de los contenciosos por resolver que ayudan a comprender por qué los procesos de adhesión de los países de la zona a la UE avanzan tan lentos y por qué no resulta del todo prudente que Sánchez haya mostrado un exceso de apoyo para que ingresen sin más dilación. Su viaje ha coincidido, sin ir más lejos, con la advertencia de la OTAN de intervenir si se pone en peligro la estabilidad kosovar por la crisis que ha estallado por la prohibición del uso de documentos serbios. Los Veintisiete ejercen un importante papel para que los Balcanes avancen en la institucionalidad plena, pero nuevas ampliaciones del club comunitaria exigen mucho tiento.

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