La utilización de la sumisión química como vía para la comisión de delitos sexuales existe, pero no es el fenómeno que ha ocurrido este verano en España

NotMid 05/10/2022

EDITORIAL

La utilización de la sumisión química como vía para la comisión de delitos sexuales existe, pero no es el fenómeno que ha ocurrido este verano en España, cuando cientos de mujeres han denunciado sufrir pinchazos con esa intención. Durante meses la sociedad, las administraciones, los políticos y los propios medios de comunicación hemos contribuido a extender una inseguridad de manera irresponsable, mientras nos hacíamos eco de casos de idéntico perfil que tenían lugar en diferentes ambientes festivos. Algunas denunciantes describían sufrir efectos similares -en sus palabras- a una «borrachera» y que estos llegaban tras sentir una picadura como de un «mosquito».

Hoy, con las resoluciones de esas denuncias, se puede afirmar que ninguna de ellas fue drogada. La información que publicamos así lo evidencia. Entre mayo y agosto de este año, la Policía Nacional recogió 120 denuncias por pinchazos y la Guardia Civil, 83. Según datos oficiales del Ministerio del Interior, en los análisis de los 203 expedientes no se detectó sustancia tóxica alguna. Tampoco se vincularon a otras denuncias de índole sexual. Y, por ello, no se catalogaron como sumisión química.

Se ha empleado sin fundamento el concepto sumisión química y a través de él se ha generado una ola de inseguridad. Un miedo que, por supuesto, tiene base en el acoso y en las agresiones sexuales reales que sufren las mujeres, y en los episodios comprobados de adulteración de bebidas alcohólicas. Es razonable pensar que haya habido una serie de irresponsables que se han aprovechado del pánico para su divertimento macabro. Pero que los actos denunciados sean creíbles no los convierte en reales, por mucha conciencia social en los que uno quiera ampararse. Y eso es lo que ha sucedido. Baste apuntar que los expertos llevan tiempo reconociendo que no se puede drogar a una persona a través de un simple pinchazo, que tal método exigiría una inyección más profunda -y dolorosa- que una punción de un segundo.

También se ha caído en el aprovechamiento del fenómeno con fines partidistas. No nos referimos a los protocolos elaborados ad hoc que, al fin y al cabo, sí podrán servir para aumentar el compromiso ciudadano contra la violencia sexual. Pero sí a aquellos políticos que, una vez más, han amoldado la realidad a sus discursos doctrinarios.

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