Al final, regresamos a lo que Andriy Zagorodnyuk ha descrito como «la profunda confusión de Occidente sobre cómo debería terminar esta guerra»

NotMid 20/10/2022

OPINIÓN

DAVID JIMÉNEZ TORRES

Desde el inicio de la invasión de Ucrania venimos escuchando propuestas pretendidamente realistas para poner fin al conflicto. Al principio, este realismo decía que Kiev solo aguantaría un par de semanas, y que era mejor que se rindiera cuanto antes. Últimamente se insiste más en el peligro que supone acorralar a Putin, y en la necesidad de ceder a su chantaje nuclear. El punto de llegada de estos análisis, sin embargo, siempre es el mismo: Ucrania no puede ganar, Zelenski debe aceptar una negociación y Putin debe obtener importantes cesiones.

Los realistas suelen estar en un plano moral e intelectual superior al de los meros propagandistas del Kremlin -esos que fantasean con terceras Romas, o que advierten sobre los protocolos de los sabios del Pentágono-. Cualquiera puede compartir su deseo de un final rápido al sufrimiento del pueblo ucraniano. Pero la idea de que una paz favorable a Putin devolvería la estabilidad al continente -y al planeta- no es realista: más bien parece ciencia-ficción. Sí, ceder al chantaje atómico pondría fin a esta guerra, pero también estimularía la proliferación nuclear -¿qué régimen autoritario no querría armas nucleares, si te permiten invadir a tus vecinos con relativa impunidad?- y aumentaría la inseguridad de toda Europa del Este. Por otra parte, Ucrania quedaría desestabilizada por la frustración, el irredentismo y el miedo a que los rusos volvieran en un par de años a rematar la faena: ¿acaso sirvió de algo dejar que se anexionaran Crimea?

Luego está la credibilidad de la amenaza nuclear de Putin. Las consecuencias de un ataque de este tipo, ya sea por los resortes que activaría a nivel internacional como por los posibles efectos sobre el terreno -¿no quedarían las tropas rusas expuestas a la radiación?-, no apuntan tanto a la capitulación de Ucrania, que al fin y al cabo lleva meses conviviendo con la amenaza nuclear, sino al final definitivo del régimen de Putin. Y el líder ruso es un carnicero megalómano, pero no parece un suicida. Claro que la gravedad de la amenaza recomienda prudencia; pero de ahí al entreguismo hay bastante distancia.

Al final, regresamos a lo que Andriy Zagorodnyuk ha descrito como “la profunda confusión de Occidente sobre cómo debería terminar esta guerra”. Esta confusión es la que intentan despejar los realistas planteando soluciones engañosamente sencillas. Pero quizá la más realista sea, precisamente, la que más vértigo da: que Rusia sea derrotada.

Compartir en Redes Sociales.
Deja un comentario Cancel Reply

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Exit mobile version