Ante un mercado laboral sin suficientes puestos de trabajo, los jóvenes chinos están encontrando otras formas de compartir lo que han aprendido en la universidad
NotMid 15/06/2023
ASIA
Qué. En vez de hacerse las típicas fotos de graduación con el sombrero o la orla, los jóvenes chinos están optando por poses derrotistas, donde se hacen los muertos frente a sus facultades o arrojan sus apuntes a la papelera.
Por qué. Ante un desempleo juvenil del 20,4%, justo cuando se gradúan 11,6 millones de universitarios, varios gobiernos locales proponen que se vayan a trabajar al campo para “revitalizar la economía rural”.
Es semana de graduaciones en China. Un récord de 11,6 millones de chavales terminan estos días su ciclo universitario y buscan hueco en un mercado laboral ultra competitivo y colapsado: el desempleo juvenil alcanza el 20,4%. Nunca se habían registrado esas cifras en la segunda economía mundial, donde uno de cada cinco jóvenes está en el paro.
La generación más preparada académicamente del gigante asiático, a falta de trabajo en empresas privadas, opta cada vez más por la estabilidad en el sector público. Pero tampoco lo tiene fácil visto que, al último examen de servicio civil, una prueba que ya se realizaba durante las antiguas dinastías imperiales, se presentaron casi ocho millones de personas que competían por 200.000 puestos gubernamentales.
Mientras, la solución que brindan los gobiernos de algunas provincias es que los jóvenes que acaban la universidad se vayan a trabajar al campo para satisfacer la demanda del presidente Xi Jinping de “revitalizar la economía rural”, un eco de la dramática campaña lanzada por Mao Zedong durante la Revolución Cultural, cuando millones de jóvenes urbanitas fueron exiliados a áreas remotas del país.
El panorama es bastante desalentador. En cambio, más que caer en el pesimismo, muchos graduados se lo están tomando con humor. En las redes sociales chinas están arrasando las surrealistas sesiones fotográficas donde los estudiantes, en vez de tirar de las clásicas y eufóricas instantáneas del lanzamiento de sombreros o los retratos sonrientes con la orla, optan por poses derrotistas y fondos apocalípticos. Imágenes con tintes nihilistas donde los protagonistas se hacen los muertos frente a sus facultades o arrojan sus apuntes a la papelera.
Estas fotos son tendencia en las plataformas de redes sociales más punteras de China. Como lo fueron hace unos días otras imágenes en las que muchos nuevos graduados universitarios aparecían trabajando en mercadillos ambulantes. No vendían ropa ni comida en puestos callejeros. El producto estrella, tal y como lo presentaban ellos mismos en los letreros, era el conocimiento.
Un chico que acababa de terminar la carrera de Derecho, ofrecía asesoramiento legal; una joven que había estudiado Psicología, vendía en la calle terapias individuales o grupales; un economista novato daba consejos sobre dónde había que invertir; una graduada en Magisterio brindaba servicios personalizados de caligrafía; hasta había uno que cursó Ciencias Políticas en la prestigiosa London School of Economics y que había montado un puesto en un mercado para vender sus análisis sobre la guerra en Ucrania y los populismos modernos.
“Nuestros padres envejecen y nosotros, que somos los que debemos cuidarlos dentro de unos años como marca la tradición, no encontramos un trabajo acorde a nuestras capacidades. Está sucediendo a la inversa de lo que ocurría en otras generaciones. Este desequilibrio va a traer graves consecuencias en el futuro”, pronostica Lu Tan, que se acaba de graduar en Comunicación por la Universidad Tsinghua de Pekín y que se ha sumado a la corriente de “fotos pesimistas” publicando la suya en su cuenta de Xiaohongshu, similar a Instagram.
Conscientes de la rémora para la economía china que supone el desempleo juvenil, la propaganda estatal lleva unas semanas criticando que los jóvenes se estén aferrando demasiado a sus “aspiraciones profesionales”, negándose a “apretar tornillos en las fábricas” o a aceptar “trabajos manuales”. Es decir, que la culpa es de los graduados universitarios, que se niegan a trabajar cultivando fresas en el campo.
Agencias