Kiev necesita que la ayuda militar se materialice sobre el terreno para frenar el renovado avance de las fuerzas rusas
NotMid 16/05/2024
EDITORIAL
La cancelación de la visita a España de Volodimir Zelenski pone de relieve la crítica situación que atraviesa Ucrania tras dos años de guerra que han esquilmado sus recursos y en medio de una renovada ofensiva rusa en Járkiv, la segunda ciudad del país. El avance de Moscú en el frente ha forzado al presidente ucraniano a posponer todos sus compromisos internacionales -entre los que estaban el encuentro con Pedro Sánchez para firmar un acuerdo de seguridad y la reunión con Felipe VI- y concentrarse en apuntalar una resistencia agónica por falta de material militar. Kiev lleva semanas esperando una ayuda que no termina de concretarse sobre el terreno pese a los altisonantes anuncios occidentales del inminente envío de blindados, misiles antiaéreos, proyectiles de artillería y, en el caso de España, otros 10 carros de combate Leopard 2.
Los titubeos de Washington -inmerso en una campaña que ha convertido a Ucrania en daño colateral de la batalla entre republicanos y demócratas- y la burocrática lentitud de Bruselas han ralentizado la llegada de armas y munición hasta el punto de permitir a Rusia ganar terreno y reorganizar su cúpula militar. Un oxígeno con el que Putin ha logrado morder terreno en Donbás y amenazar Járkiv, poniendo en riesgo directo la seguridad de Europa en una guerra existencial donde el continente se juega su supervivencia y los valores sobre los que fue fundado. Al auge de la invasión rusa se sumó ayer, además, la amenaza de inestabilidad interna tras el intento de magnicidio del primer ministro eslovaco, Robert Fico, en vísperas de unas elecciones europeas cruciales para el futuro diseño de la UE.
Putin está aprovechando la ventana de oportunidad que le ofrece la indecisión occidental y el error del propio Zelenski al retrasar la ley de movilización para refrescar unas filas exhaustas por dos años de combate. El Kremlin combina ese ímpetu con la preparación de una concienzuda estrategia de cara a una guerra larga en espera de cambios geopolíticos que puedan beneficiarle, como el regreso a la Casa Blanca de un Trump mucho menos entusiasta de la causa ucraniana que Biden. El presidente ruso está tan envalentonado con el vuelco de la guerra que el domingo se permitió relevar por sorpresa a quien la había pilotado hasta ahora: el ministro de Defensa Sergei Shoigu, al que sustituyó por el economista y tecnócrata Andréi Beloúsov. Una elección con la que Moscú apuesta por reforzar su industria militar para ganar la batalla de los recursos.
Hoy, Ucrania lucha extenuada en una guerra aún más asimétrica contra la Rusia autocrática. Estados Unidos y Europa tienen allí no ya una obligación moral, sino un interés estratégico en defender su modelo democrático del embate de una potencia iliberal empeñada en derribarlo. Es hora, por tanto, de convertir las promesas en una acción real para contener su peligroso avance.