Violentos bombardeos que se libran en la región fronteriza de Jarkov, donde fuerzas opuestas a Vladimir Putin atacan la ciudad rusa de Shebekino
NotMid 02/06/2023
MUNDO
Por las calles de Vovchansk han pasado tantos ejércitos que el doctor Kostyantyn Tyshchenko necesitó enumerarlos con los dedos para no olvidar ninguno: “los del zar (ruso), los bolcheviques, los blancos (las fuerzas anticomunistas del general Anton Denikin), los de Makhno (Nestor Makhno, un revolucionario anarquista), los alemanes y otra vez los rusos”.
Quizá por eso los cerca de 5.000 habitantes que siguen instalados en lo que resta de ciudad asistían ayer con cierta resignación al enésimo capítulo bélico que se incorpora a la historia de esta atribulada villa, que parece haber heredado esa particular maldición que acompaña a todas las poblaciones situadas en las lindes fronterizas.
Nina Mykolaivna, una dentista de 58 años empleada en el hospital local, explicó que cuando se percató de los bombardeos que rompían el silencio de la madrugada comprendió que no eran los habituales ataques rusos. “Era diferente y pensé, quizás sean los nuestros que finalmente están avanzando. Fue la primera vez que me sentí feliz“, relató en el sótano del habitáculo que ocupa desde que su residencia fue arrasada por un obús el año pasado.
Sergei Kravchenko, uno de los responsables del establecimiento sanitario, acogía con las mismas muestras de entusiasmo las salvas de cohetes que salían de las inmediaciones en dirección al territorio ruso. “¡Es nuestra gente que les está dando duro!”, gritó levantando el puño al aire. A pocos metros se escuchó el repiqueteo de las ametralladoras. “Llevan horas peleando en la frontera“, agregó.
Eran las 11:00 de la mañana y Vovchansk asistía al asalto bélico que protagonizaron las fuerzas ucranianas y sus aliados de la Legión de la Rusia Libre y el Cuerpo de Voluntarios Rusos (RDK) contra la cercana población rusa de Shebekino, en lo que constituye la segunda gran acción de estas formaciones opuestas al régimen de Vladimir Putin, que parecen determinadas a transferir la presión bélica desde Ucrania a la vecina nación.
El general Víctor Nazarov, un asesor del jefe de las fuerzas armadas de Ucrania, Valerii Zaluzhnyi, admitió a este diario que a partir de ahora los ataques contra Rusia “serán la nueva normalidad”. “Todas las posiciones militares en Rusia son objetivos legítimos”, apostilló en una conversación telefónica.
Consultado por la participación de Kiev en esta nueva arremetida, Nazarov recuperó -sin ocultar su ironía- la misma dialéctica que usó Moscú cuando se desvinculó de los grupos paramilitares que iniciaron la guerra en Ucrania en 2014 y dijo que los opositores rusos son “hombrecillos verdes”, las mismas palabras que utilizó el Gobierno de Putin en aquellas fechas.
De la conversación con Nazarov se deduce que Ucrania podría haber diseñado un inesperado plan militar centrando el foco mediático en la anunciada ofensiva en el este y sur del país, forzando a Moscú a descuidar la protección de su geografía, que en realidad se ha convertido en el escenario de la acometida sustentada por Kiev. El reciente ataque con drones contra la capital rusa formaría parte de esta estrategia. “En esta era moderna hay que actuar con imaginación”, señaló.
COMBATES EN LA LINDE FRONTERIZA
Mientras los combates se sucedían en la linde fronteriza, el principal jefe del Cuerpo de Voluntarios Rusos (RDK), Denis Kapustin -un conocido militante de ideología neonazi- anunciaba en las redes sociales que las fuerzas opositoras apoyadas por Ucrania “han iniciado la segunda fase de la liberación” de la región de Belgorod como habían “prometido”.
Sus compañeros de correrías, La Legión de la Rusia Libre, secundaba este mensaje y decía que su intención es “liberar toda Rusia, desde Belgorod hasta Vladivostok, para que en Moscú se levante la bandera blanca, azul y blanca (la enseña de los rebeldes) de la libertad“. “Nuestra gente está peleando en Shebekino”, comentó a este medio de comunicación el portavoz de esta última agrupación, Ilya Ponomarev.
El asalto fue confirmado por el gobernador de Belgorod, Vyacheslav Gladkov, que reconoció que la ciudad de Shebekino se encontraba sometida a un fuerte bombardeo, y añadió que casi media docena de personas resultaron heridas. El funcionario precisó que las salvas de obuses y cohetes habían alcanzado otras pequeñas aldeas de la región
El Ministerio de Defensa ruso proclamó por su parte que sus fuerzas habían rechazado hasta “tres ataques” de las formaciones procedentes de Ucrania y estableció su supuesto listado de bajas de los opositores: “Hemos destrozado a más de 30 terroristas, cuatro vehículos acorazados, un sistema de misiles Grad y un camión”.
Las imágenes procedentes de Shebekino -una localidad de 40.000 habitantes- dejaban ver un gran edificio en llamas, coches calcinados y decenas de vecinos que evacuaban de forma apresurada la urbe en dirección a Belgorod.
Para los habitantes de Vovchansk estos sucesos semejan ser un calco de la atribulada experiencia que han tenido que soportar desde septiembre del año pasado, cuando la artillería rusa empezó a destruir la villa de forma sistemática. “Desde entonces no deben haber pasado ni 15 días donde no sufriéramos bombardeos”, relató Tamaz Ganbarashvili, responsable militar del núcleo urbano.
LLUVIA DE PROYECTILES RUSOS
Deambular por las calles del lugar constituye un desafío a la lógica ya que los proyectiles rusos siguen cayendo de forma reiterada. Justo cuando Sergei Kravchenko mostraba el complejo hospitalario uno de ellos se abatió a pocos cientos de metros, generando un violento incendio y una gran columna de humo.
“Los bombardeos deben haber matado a más de medio centenar de civiles en estos meses”, estimó Kostyantyn Tyshchenko.
El hospital de Vovchansk no ha eludido el castigo. Varios edificios muestran el tejado arrancado por la metralla y otro exhibe un amplio agujero en el muro de su fachada. Kostyantyn ha obligado a sus trabajadores -él mismo lo hace- a deambular con chalecos antibalas por toda la premisa. Medio centenar de empleados residen en las instalaciones tras perder sus viviendas a causa de los ataques.
En una de los contados colmados que siguen abiertos en el centro de la urbe, Alexander recordaba que la jornada anterior la pasó intentando extinguir uno de los fuegos generados por las explosiones. A escasos metros de la tienda de Katerina Bodnia se puede apreciar la cola de un cohete que se empotró en el asfalto y que por alguna razón desconocida no llego a explotar. El metal sigue allí, incrustado en el cemento, como un símbolo de la precaria existencia que tienen que afrontar los vecinos de este enclave.
“Hace dos días que los rusos han empezado a usar bombas de clavos“, apostilló la fémina mostrando ese tipo de munición -que ya utilizaron los uniformados de Moscú en la ofensiva contra Kiev- esparcida por el suelo.
Vovchansk nunca fue una ciudad fascinante. De hecho, la mayoría de lo que podrían considerarse lugares de cierto interés turístico antes de la invasión rusa son emplazamientos que vivieron su mejor época hace muchas décadas: la academia de pilotos abandonada, los vetustos aviones soviéticos olvidados en un aeropuerto tan rancio como los aparatos o las ruinas de una vieja factoría.
Tyshchenko se aferra, sin embargo, a la memoria. A principios del siglo XX esta región era la segunda más desarrollada del imperio ruso después de Moscú, recuerda.
Aquellos años forman parte de una historia común que la invasión abanderada por el ejército de Putin ha conseguido enterrar en Ucrania a golpe de sufrimiento. Muchos de los locales consultados para este reportaje no podían ocultar su alborozo ante el castigo que estaba recibiendo Shebekino. “Me despertaron los bombardeos a las tres de la mañana. Les estuvieron dando hasta las siete. Les dieron con todo: morteros, cañones, helicópteros… Sin parar. Estaba tan contento como cuando nació mi hijo”, admitía Sergei Kravchenko.
No todos coincidían con esta opinión. A Katerina Bodnia se le llenaron los ojos de lágrimas al hablar con los visitantes. “Los dos gobiernos deberían ponerse de acuerdo. Están muriendo niños y civiles“, aseveró.
UN VIAJE A TRAVÉS DE LA DEVASTACIÓN
La ruta que conduce a Vovchansk es un viaje a través de la devastación que dejó la ocupación rusa, cuyas fuerzas controlaron esta zona hasta que fueron expulsados de aquí en septiembre pasado. Los edificios arrasados en localidades como Stary Saltiv son una constante, tan omnipresentes como en la propia Vovchansk.
“El 40% de la ciudad ha sido destruida o dañada. Ya casi que no contamos cuantos edificios son alcanzados por días aunque ayer fueron más de un centenar. Los rusos no bombardean cuarteles o a los militares, sino que buscan matar civiles. Esta es nuestra respuesta”, calculó Tamaz Ganbarashvili.
Las carreteras del entorno están salpicadas de vehículos militares escondidos en las arboledas. Todos ellos adornados con lo que semeja ser el símbolo de la nueva operación militar ucraniana: una flecha blanca.
En una foresta cercana, este periodista pudo aproximarse a un grupo de militares que descansaban apoyados en los árboles. Todos ellos portaban la insignia de la Legión de la Rusia Libre pero se negaron a comunicarse con los informadores en un perfecto ucraniano. “La mayoría son soldados ucranianos“, había comentado horas antes un agente local. Otro guiño sarcástico a aquellos “hombrecillos verdes” de origen “desconocido” que capturaron Crimea hace ocho años.
Agencias