Ante casos como el de los niños de Almendralejo concurren un vacío legal y un cambio cultural innegable
NotMid 21/09/2023
EDITORIAL
La difusión de desnudos creados con Inteligencia Artificial (IA) basados en las caras de una veintena de niñas y adolescentes de Almendralejo (Badajoz) es un caso alarmante que exige un análisis de fondo. Un grupo de jóvenes ha convertido a sus compañeras en contenido pornográfico no consentido, difundiendo las imágenes en webs especializadas e incluso extorsionándolas. En este caso concurren varias circunstancias: los hábitos de una generación de niños que acceden de forma cada vez más temprana a la pornografía y que tienen a su alcance una tecnología que avanza a un ritmo frenético, y al mismo tiempo, la ausencia de una legislación que responda de forma eficaz a unos cambios tan veloces.
Como explicamos hoy en nuestro Primer plano, el acceso a contenidos pornográficos es cada vez más fácil para los niños. Parece difícil sostener que ello no tenga un impacto en cómo estos jóvenes perciben el sexo y la intimidad, con su consiguiente banalización. Es un cambio cultural innegable.
La IA, que protagoniza constantes novedades, añade a este cóctel un elemento de efectos a menudo imprevisibles. Para realizar el montaje, los jóvenes de Almendralejo solo necesitaron registrarse en una aplicación con una cuenta de correo electrónico, tener fotos de sus compañeras y esperar. «Desviste chicas gratis», dice el eslogan de la app. Con la potente difusión de las redes sociales, el daño infligido a las víctimas se amplifica como nunca antes.
El fácil acceso al porno y a la tecnología se contrapone con las dificultades con las que se encuentran hoy la Justicia y las fuerzas de seguridad para adaptarse a los retos que en este campo plantea la inteligencia artificial. La ley, y así debe ser, va a remolque de la sociedad, pero la sociedad está cambiando muy rápidamente. Ni a nivel comunitario ni en España existe todavía una norma que regule el uso de la IA. La consecuencia es que los jueces chocan contra una suerte de vacío legal a la hora de exigir responsabilidades a los creadores de las aplicaciones. Las leyes digitales vigentes tampoco parecen contribuir a que la Policía pueda perseguir y prevenir estos delitos suficientemente, ya que no es lo mismo cometer un acto de violencia sexual en la calle que en un grupo de WhatsApp.
Hasta ahora, los identificados como posibles autores de los montajes no llegan a los 14 años. La reflexión es obligada. La sensibilización respecto a la violencia machista y a los peligros de internet está muy extendida. Y sin embargo, los datos oficiales y las voces autorizadas constatan un repunte del machismo y de la cosificación de la mujer entre los jóvenes. Es necesario un compromiso claro por la educación tecnológica y sexual de quienes han crecido con una avalancha de contenido explícito y gratuito al alcance de un clic. Tanto en las escuelas como en las casas.