La gesta del 23-J merece un homenaje, pero un estadista de su talla solo puede ser homenajeado por otro estadista de su talla. Como no los hay, se homenajea a sí mismo
NotMid 20/08/2023
OPINIÓN
JORGE BUSTOS
Todos le dieron por muerto y ante todos resucitó de nuevo. España y el mundo se hacen eco de su hazaña. Ya no solo militantes enamorados, tertulianos plegables, escribas con disciplina a falta de gramática, gentes de la cultura que verán recompensados sus afanes propagandísticos con dinero público. Ya no solo hombres y animales difunden el milagro: también los seres inanimados sonríen al paso de sus electrizantes caderas. El viento entre los árboles susurra su nombre. Las rítmicas olas baten la orilla con el eco de su heroica condición: «¡Presidente, presidente, presidente…!». Y el presidente, humano al fin, se detiene en los espejos de La Mareta para contemplar la personificación del triunfo. «Así que esto era pasar a la Historia, cari», concluye en presencia de su mujer.
La gesta del 23-J merece un homenaje, pero un estadista de su talla solo puede ser homenajeado por otro estadista de su talla. Y como no los hay, lo mejor es que se homenajee a sí mismo. El presidente no sabe escribir, pero sabe dictar. Técnicamente es un buen dictador, cabría decir. Por eso ha decidido convocar a su lugar de vacaciones a un amanuense con el que preparar el segundo volumen de su Manual de resistencia. Pedro Sánchez se sabe mirado por el Progreso como miran las madres a sus hijos favoritos, y es muy consciente de que su proyecto político-literario solo admite parangón con las memorias de Winston Churchill y con La guerra de las Galias de Julio César. El Nobel le espera, y si se descuidan los franceses también la Academia. «¿Si un fascista como Vargas Llosa ha podido entrar, ¿por qué yo no?», inquiere a Begoña. Ella asiente despacio, los ojos acuosos. Su amor, vivificado por la retención del poder, atraviesa una segunda juventud.
Esta vez la obra será toda suya. Está harto de las bromitas con su tesis, y tampoco va a desempolvar a Irene Lozano, básicamente porque ya no recuerda dónde la tiene colocada. Así que ha llamado a Idiofe Marrín, solícito becario de raíces guanches que intentó sin éxito su reeducación europea. Su mayor ventaja es una total ausencia de talento apenas compensada por el sectarismo. Su sintaxis preescolar garantiza a quien le dicta una completa transparencia estilística, sin mancha de personalidad propia. Por esa perruna docilidad el gremio lo llama Ideafix. Si es Ideafix quien teclea, todo el mundo atribuirá con naturalidad a Sánchez la autoría de su propio libro.
-¡Eh, Ideafix! Ven aquí, muchacho. Buen chico.
-Es Idiofe , presidente…
-Es como yo te diga. A ver, necesito un comienzo épico, que marque el tono desde la primera línea. No como lo del colchón, que fue una cagada. ¿Se te ocurre algo?
–La lucha contra el fascismo, presidente. En España solo usted y el general Miaja han resistido tanto al fascismo. Yo abriría con una escena histórica de 1936, en recuerdo del «No pasarán» que tan adecuadamente se coreaba en Ferraz el día de su victoria…
-¿Quién es Miaja? Bueno, es igual. Lo de la Guerra Civil me gusta. Hay que declarar una en cada legislatura para que el personal no se me relaje. Escribe esto, a ver: «En aquel día de julio de 2023, cautivo y desarmado el ejército facha, las fuerzas de progreso alcanzaron sus últimos objetivos».
-Me suena que eso ya está cogido, presidente…
-¿Me estás llamando plagiario, hijo?
-NO, NO. El caso es que me suena. Pero lo dejamos, lo dejamos. Se me ocurre que también podríamos incluir un dramatis personae…
-No te hagas el pedante conmigo, muchacho, que no te he fichado precisamente por tu brillantez.
-Me refiero a todos los fachas que usted ha ido derribando en su camino de ampliación de derechos y libertades: Susana Díaz, Felipe González, Rajoy, Rivera, Casado… Y ahora Feijóo, aunque numéricamente haya ganado las elecciones…
-Numéricamente, dice. Los políticos que se sujetan a la mayoría son unos cobardes. Yo he gobernado contra la mayoría. Esa es mi grandeza, copón. Eso es lo que tienes que escribir.
-Para mí lo más grande que usted ha hecho es entender que Otegi, Junqueras y Puigdemont eran actores políticos de progreso a la espera de que alguien suficientemente audaz los incorporara a la dirección del Estado social y…
-Pero qué dices, flipao. Más quisiera yo que los putos españoles me dieran una mayoría más amplia. Pero como no me la dan, tengo que sacar cómplices de debajo de las piedras y pagar los favores religiosamente. Me es igual que defiendan la independencia de Cataluña, la ganadería de Teruel o la nacionalización de los supermercados. Esto va de escaños: peldaños por los que subir. Calcular, comprar y pagar, hijo. Para convertir a los postores en progresistas ya os tengo a vosotros.