Tiempo y atención son los materiales esenciales de la felicidad, la reserva de la que se nutren nuestras vidas
OPINIÓN
LUCÍA MENDEZ
Nunca en el pasado remoto de la segunda mitad del siglo XX escuché a nadie preguntar por la felicidad. Teníamos bastante con apañar la vida. Pero desde hace unos años, la búsqueda de la felicidad ha pasado a primerísimo plano. La felicidad impuesta, la felicidad buscada, la felicidad impostada, busca la felicidad dentro de ti, si no eres feliz es porque no quieres, la felicidad está en las pequeñas cosas… En la estantería de la felicidad, o infelicidad, de las librerías hay ejemplares para parar un tren.
No todos son iguales. En las novedades editoriales -hay que darse prisa en consumirlas porque hoy en día las novedades todas son de usar y tirar- figura una obra sabia, muy sabia, sobre la pregunta de las sociedades con el estómago lleno: ¿qué nos hace felices? Robert Waldinger, profesor de Psiquiatría de Harvard, y Marc Schulz, doctor en Psicología, son los autores de Una buena vida. Un libro lleno de datos que nos ayudará a reflexionar y a entendernos mejor, ya que no a corregir los errores que conducen a la infelicidad, la angustia y el estrés, los males de nuestro tiempo. El profesor Waldinger es el último coordinador del mayor estudio nunca realizado sobre la vida de más de 700 norteamericanos. Los psicólogos radiografiaron el cuerpo, la mente y el alma de esas personas -de todas las clases sociales, Kennedy incluido- durante 80 años, y ahora que ya faltan muchos de los fundadores, examinan también a sus descendientes. La conclusión del estudio no deja lugar a dudas. El nivel de felicidad de las personas se mide por la calidad de sus relaciones familiares y sociales.
A los 80 años, todos los examinados aseguran que lamentan no haber dedicado más tiempo y atención a sus familias y a sus amigos. «Tiempo y atención son los materiales esenciales de la felicidad, son la reserva de la que se nutren nuestras vidas», aseguran los autores del libro, y -esto creo que es lo más interesante- «el entorno moderno, con toda su estimulación, puede atrapar nuestras mentes en un estado de distracción perjudicial». El tiempo nos devora, y la atención nos lleva a deambular de un lugar a otro en varias pantallas a la vez. Waldinger y Schulz nos enseñan que el cerebro humano se parece más a un búho que a un colibrí. «Nos fijamos en algo, dirigimos allí nuestra atención y nos concentramos. En el entorno cargado de pantallas, nuestras mentes de búho, grandes y poco manejables, son tratadas como colibríes y acaban dando tumbos de un lado a otro de forma poco eficaz». Y eso es lo que nos conecta con la infelicidad.