En su discurso de investidura, Feijóo asegura que volverá a ofrecer al PSOE un gran acuerdo: “No soy ingenuo. Sé que el presidente en funciones tiene otros planes”, matiza. Frente a la amnistía, añade, “el PP no cejará en su empeño de garantizar la igualdad de los ciudadanos”
NotMid 18/09/2023
OPINIÓN
ALBERTO NUÑEZ FEIJOO
El próximo 26 de septiembre, cuando suba a la tribuna de oradores del Congreso de los Diputados a pedir su respaldo para ser investido presidente del Gobierno -como ganador de las elecciones generales y tras recibir el encargo de Su Majestad El Rey-, tendré en cuenta algo que suele recordar Felipe González: gobernar es hacerse cargo del ánimo de la gente.
Tras décadas de experiencia de gestión de los asuntos públicos que me han puesto en contacto con españoles de toda clase; tras salir a la calle en los últimos meses en todas las comunidades autónomas de España y hablar con su gente; y tras leer cada día la prensa, escuchar la radio y ver la televisión, creo conocer el estado de ánimo dominante en España.
Se puede resumir así: inquietud por el declive de la economía, abatimiento por la degradación de las instituciones, y un hartazgo cercano a la desesperación ante la incapacidad de los partidos mayoritarios para alcanzar acuerdos orientados al bien común y a la resolución de problemas reales.
Por ello, tras agradecer a Vox, Unión del Pueblo Navarro y Coalición Canaria su apoyo ya confirmado, en mi discurso en la sede la soberanía nacional volveré a ofrecer al segundo partido más votado, el PSOE, un gran acuerdo con una batería de Pactos de Estado en varias materias: bienestar, relanzamiento económico, regeneración democrática, planta territorial, ayuda a las familias y gestión del agua.
Pactos conducentes no solo a enderezar la nave del Estado, sino también a superar una etapa de estéril y agotadora polarización política. No soy, no quiero ser, el líder de ningún bloque. Si gobierno, será pensando en todos. No a gusto de todos, que es imposible, pero sí escuchando a todos, consciente de que España es plural en lo territorial pero también en lo ideológico.
Dicho esto, no soy un ingenuo. Toda España sabe, y yo también, que por desgracia el secretario general del PSOE, y presidente en funciones, Pedro Sánchez, tiene otros planes. No tiene ninguna intención, y así lo he podido constatar, de entablar un diálogo constructivo conmigo y los más de 11 millones de ciudadanos que avalan mi candidatura, a los que pretende silenciar.
Ante ellos, quiere enfrentar un bloque liderado por él que aglutina a una veintena de partidos. Esto es, un segundo Gobierno Frankenstein (apelativo acuñado por el fallecido líder socialista Alfredo Pérez Rubalcaba).
Si hubiera de buscarse un atributo compartido entre los socios con quienes el actual líder socialista cuenta para apuntalar su mayoría, solo podría tratarse de la desconfianza o abierta oposición hacia la nación constitucional. Eso y la aversión hacia los españoles que no son de izquierdas o que, siéndolo, no comulgan con sus planteamientos. Una coalición negativa, maniquea, cosida por la pasión triste del antagonismo, inadecuada para abordar los retos del país, aunque del todo apta si lo que se pretende es que la situación empeore.
Así ha quedado patente con las exigencias que han puesto sobre la mesa, un auténtico chantaje al Estado que incluye el ejercicio de la autodeterminación. Y ha puesto como condición previa para investir a cualquier candidato una Ley de Amnistía que garantice su impunidad y la de quienes aún deben rendir cuentas ante la justicia por similares motivos.
Sé que si aceptase estas exigencias, la próxima semana sería presidente del Gobierno. Pero no pienso aceptar este chantaje y los españoles lo saben. No gobernaré a cualquier precio y, mucho menos a costa de la igualdad de los españoles.
Frente a ello, nadie en la actual cúpula del PSOE ha dicho que este sea un precio inasumible, al contrario de lo que decían hasta el 23 de julio. No han cambiado la Constitución ni las leyes desde entonces. Lo único que ha cambiado es que han perdido las elecciones y están dispuestos a ceder en todo para aferrarse al poder.
Todo ello está generando una natural inquietud en la opinión pública española, también entre ilustres y veteranos dirigentes socialistas. Alguno de ellos ha sido censurado y represaliado por mostrarse crítico con la actitud de su partido.
Ante esta situación, el Partido Popular no se quedará callado y celebrará este próximo domingo un acto público abierto a la ciudadanía, en el que defenderemos la igualdad de todos los españoles y advertiremos de las odiosas implicaciones que se derivarían de una claudicación ante los postulados los independentistas.
La cuestión va más allá de un debate jurídico, porque si ya es grave intentar retorcer nuestra Carta Magna para encajar una amnistía que hasta hace dos meses todos veían imposible, lo es más hacerlo a cambio de una investidura, en un mercadeo que solo favorece a sus promotores y no a la sociedad española.
Una amnistía quebranta, por definición, el principio de igualdad ante la ley, piedra angular de todos los Estados de derecho. La ley debe ser igual para todos, sea para proteger, sea para castigar. Cuando pedimos a un juez que establezca el derecho, lo que pedimos es que restablezca la igualdad. Lo que garantiza la convivencia es la igualdad y lo que la destruye es el privilegio.
Como ha explicado con claridad el profesor Aragón, la amnistía únicamente procede frente a un derecho ilegítimo. Y la inmensa mayoría de la sociedad española no acepta que las reglas constitucionales contra las que atentaron los independentistas sean ilegítimas.
Hacerlo supondría la caprichosa cancelación de los valores que informan nuestra Constitución y tampoco puede pretender el Partido Socialista -y menos aún cuando la amnistía no figuraba en su programa- invocar un supuesto afán de reconciliación. No, de ceder el PSOE al chantaje, no habrá eufemismo o relato creado que tape que con votos socialistas se avala el privilegio y sacrifica la igualdad. ¿Merece la pena sacrificar tanto para conservar el poder? ¿Menoscabar la dignidad de millones para favorecer a unos miles?
Tengo la esperanza de que el Partido Socialista recupere el sentido común y no llegue tan lejos.
Mi mano sigue tendida para que la investidura no se convierta en un acto de extorsión por parte de una exigua minoría y la próxima semana demostraré que es posible no ceder ante el chantaje y anteponer los intereses generales de los españoles frente a las ambiciones personales.
La sociedad española debe saber que el Partido Popular, esté donde esté, no cejará en su empeño de garantizar la igualdad de los ciudadanos. Y que seguiremos defendiendo con igual constancia que la versión más noble de la política, la que respeta las diferencias, rechaza el privilegio y cuida de las cosas comunes, la que une y no separa, vuelva a imperar entre nosotros y España sea la nación constitucional, moderada e igualitaria que nos merecemos.