Con Tel Aviv como meca de los clubs de ambiente y los excesos, el trance ayudó a salir adelante a una sociedad entre el miedo y la esperanza, que ahora acaba de vivir un terrible despertar
NotMid 14/10/2023
Estilo de vida
“Mi proyecto es que la gente salga a bailar en la naturaleza. Especialmente en estos días. Ser feliz con las personas que amas, inundadas de amor, es la mejor terapia para Israel y el mundo entero. Es más importante que cualquier manifestación o discusión”. Así presentaba en 2021 el productor israelí Roee Finzi su serie documental Free People, una historia apasionante de la escena trance de Israel, una de las industrias de la música electrónica más pujantes del planeta que, en los últimos 30 años, ha hipnotizado a sucesivas generaciones de jóvenes israelíes, mientras se sucedían guerras, intifadas, bombas en autobuses y asesinatos de primeros ministros.
Con Tel Aviv como meca de los clubs y los excesos, del movimiento LGTBI y de las drogas de diseño, el trance ayudó a salir adelante a una sociedad entre el miedo y la esperanza, que ahora acaba de vivir un terrible despertar. Ha ocurrido precisamente en la más importante de las citas anuales del trance israelí, la que resume como ninguna otra esa extraña combinación de la aspiración pacifista, el ensimismamiento del baile y el sueño sionista.
Amanecía en Re’im, en el desierto del Neguev, el pasado 9 de octubre cuando, en mitad de la actuación del DJ mexicano Swarup, terroristas armados de Hamas llegados en motos, jeeps y parapentes irrumpieron en la gran pista de baile donde danzaban 3.000 jóvenes israelíes y de otros países.
El festival Supernova, la gran rave Tribe of Nova celebrada en la festividad judía de Simjat Torá, quedaba ahogada en sangre en una gigantesca matanza al aire libre entre desesperadas carreras por las dunas, tiroteos, secuestros de rehenes y aterradores vídeos en los que los matarifes escupían sobre los cadáveres. Como el cuerpo de Shani Louk, una tatuadora alemana de 22 años, tirado en la parte trasera de una camioneta. La madre de Shani reveló el martes que su hija está viva pero en estado crítico. Al día siguiente, cuando las fuerzas de seguridad israelí lograron llegar al recinto, encontraron 260 chicos y chicas asesinados a tiros, cazados como patos en la mayor masacre terrorista sufrida por Israel en los últimos 50 años.
Hablamos con Roee Finzi dos días después de que la lluvia de cohetes y las incursiones terroristas desde Gaza hayan golpeado salvajemente al país provocando más de 1.000 muertos, suscitando una inclemente lluvia de bombardeos de represalia sobre la Franja y poniendo a Oriente Medio al borde de una nueva guerra con grave riesgo de internacionalización. “Este horrible suceso ha supuesto un trauma nacional en una escala mucho mayor de lo que jamás hubiéramos podido imaginar. La cuestión es que la sociedad israelí, en su conjunto, se basa en el trauma, así que estoy seguro de que lo superaremos y nos volveremos más fuertes y más unidos. Y la escena del Trance es una especie de reflejo de la sociedad israelí: es pequeña, marginada, difamada e increíblemente fuerte.“
UN PAÍS EN TRANCE
Recuerda con asombro el escritor Ari Shavit en Mi tierra prometida: el triunfo y la tragedia de Israel (Debate) que, en el filo del nuevo milenio, cuando la música electrónica se adueñó de Tel Aviv, uno se sentía allí “como si hubieran vertido toneladas de éxtasis en el Acueducto Nacional”. A principios de los 90, la música house era totalmente marginal en el pequeño país de Oriente Medio. Nadie era capaz de diferenciar el house de Chicago del techno de Detroit o el garage de Nueva York, nadie sabía la diferencia entre los highs y los peaks. La gente consumía drogas con alegría y ser gay te abocaba a una tétrica clandestinidad.
Y, de pronto, en apenas una década, la Ciudad Blanca a orillas del Mediterráneo era un hervidero “no menos emocionante que Nueva York”, plagado de clubs de ambiente. “Los heteros envidiaban a los gays”, todo el mundo se drogaba y miles de personas se quitaban las camisetas y alzaban sus manos juntas en gigantescas raves en la playa, liberadas gracias al DJ durante unas pocas horas del conflicto, “de las guerras y del estrés y de la mierda de este país”.
Describe Finzi en su documental Free People cómo fueron los jóvenes aficionados al trance en Israel quienes, aprovechando su experiencia militar, comenzaron a organizar fiestas en la década de los 90 en áreas remotas del país, con el único fin de poder bailar al ritmo de esta música electrónica repetitiva y de múltiples capas que, como indica su nombre, hipnotiza a sus bacantes. Y acabó por hipnotizar a la nación. El australiano Raja Ram, uno de los padres del trance psicodélico, muestra en uno de los episodios su asombro por que muchos de los principales artistas del género como Ace Ventura, Captain Hook, Vini Vici, Astrix o Infected Mushroom sean israelíes.
ACOSO CONSERVADOR
Desde entonces y hasta la actualidad los fanáticos del trance nunca han sido bien vistos por los cada vez más extensos sectores ultraconservadores de Israel que los acusaban de pervertidos y drogadictos, cerraban sus clubs y los sometían a un acoso constante de las fuerzas del orden. La batalla por celebrar abiertamente festivales de trance llegó a la Knesset e incluso a una gigantesca manifestación en 1998 en la plaza Isaac Rabin de Tel Avi que fue conocido como el evento ‘Give Trance a Chance’.
Hoy, los productores musicales siguen luchando contra todo tipo de trabas burocráticas y policiales y las cancelaciones de festivales están a la orden del día. El último mazazo en forma de atentado terrorista dirigido a la fórmula original del movimiento, en un festival masivo de trance en el desierto que clamaba por la paz y por la aspiración de vivir tranquilos y bailar, bailar, bailar al margen del horror, ha despertado y convulsionado a todo el panorama musical.
Y, sin embargo, nos explica Finzi, “nadie puede detener esto aquí en Israel porque es lo que permite la vida en este lugar de contradicciones insoportables. No bailamos sólo cuando estamos felices y alegres. Bailamos nuestra tristeza, bailamos nuestra ira, bailamos nuestra pena. Nuestro baile nunca se detendrá”
Agencias