Una visita al liceo militar de Kiev donde se forman casi 900 adolescentes entre los 13 y los 18 años que serán los nuevos oficiales de su ejército
NotMid 16/06/2023
MUNDO
El instructor, un comandante en uniforme, les explica el ejercicio con paciencia. La práctica se realiza primero con rifle y luego con pistola. “Tres disparos a mi orden”. Luego, con el arma descargada, comprobarán en la diana, a unos 30 metros de distancia, su puntuación y, con la ayuda de otro instructor, corregirán el tiro en otros tres disparos siguientes. Huele a pólvora dentro de la galería. Se escuchan las primeras detonaciones de munición de 22 milímetros. Una alumna apunta en un cuaderno los aciertos y errores de cada uno con las dianas de cartón mientras que nuevos cadetes se ponen en fila con un casco y un chaleco antibalas para volver a disparar.
Estamos en el liceo militar Iván Bogún para alumnos de 13 a 18 años, el equivalente en España a un instituto de secundaria, pero a la vez una institución difícil de imaginar en Europa Occidental. Fundado en 1947 en la Unión Soviética que sobrevivió a la Segunda Guerra Mundial, esta academia es el primer peldaño de la carrera militar para casi 900 alumnos. La mayoría de ellos se convertirá en oficial del ejército ucraniano en cualquiera de sus especialidades.
Irina es comandante y guía nuestros pasos por los enormes corredores de un edificio de la era zarista levantado en el centro de Kiev. En las paredes hay cuadros de antiguos héroes de guerra cosacos combinados con fotografías de militares ucranianos en la invasión actual. Es decir: mitos fundacionales antiguos y referencias modernas. “Calculamos que unos 7.000 oficiales formados en esta academia dirigen ahora a las tropas en nuestra guerra de liberación y estamos orgullosos de ello”, dice Irina, la única vestida de civil.
El resto, instructores y alumnos, llevan el camuflaje pixelado, muy parecido al que Estados Unidos usó en Afganistán, y que define su ruptura con las modas soviéticas y su tendencia a seguir los gustos militares de Occidente. Un grupo de unos 150 cadetes acude en formación militar al comedor, donde guardarán una disciplinada regla de comer en silencio y en 20 minutos. No hay teléfonos móviles a mano ni otras distracciones. En el patio hay una colección de blindados soviéticos antiguos, así como un parque de obstáculos propio del ejercicio físico militar. Un grupo de unos 200 alumnos corre en traje de faena alrededor de los edificios del Liceo. En 2020, como parte de la modernización y occidentalización del ejército ucraniano, se dio acceso por fin a las mujeres. En estos grupos ya se aprecia la presencia de muchas adolescentes, casi un 15% del total.
Masha es una de las alumnas más destacadas. Prueba de ello es que en su chaqueta lleva colgadas dos medallas: una es por ser la mejor estudiante de su compañía. La otra se la han dado por su alta puntuación como francotiradora. “Mi padre es militar y yo quería seguir con la tradición de la familia”, afirma con una sonrisa de orgullo. Su compañero Ruslan asegura que su padre no fue soldado, pero que en su niñez leyó un libro sobre el heroísmo de los cosacos ucranianos y está aquí para emularlos. “No puedo permanecer indiferente a lo que pasa en mi país. Yo soy un patriota y tengo que hacer lo que pueda para librarnos de la tiranía rusa”, comenta. Ellos ya hablan inglés y el objetivo es que todos los militares se comuniquen en ese idioma cuando terminen. Antes la lengua franca era el ruso.
Irina explica el acceso a esta escuela: “Nosotros privilegiamos la entrada no sólo de militares ucranianos en servicio, sino sobre todo de hijos de fallecidos en combate. Es un homenaje a ellos y esta es una escuela de élite. Si estos alumnos deciden seguir por la carrera militar podrán elegir destino. Si quieren estudiar en una universidad civil, queremos que lo hagan en la mejor condición posible porque, de una u otra manera, ayudarán a Ucrania”.
El despacho del general Igor Gurdiychuk, director de esta institución, está coronado por dos banderas: una es la de su país y la otra es la de la OTAN, lo que define sin tapujos las preferencias de la persona que trabaja en él. Gurdiychuk, que muestra una cicatriz de guerra enorme tras la cabeza, recuerdo de su participación en la insurrección del Donbás en 2014, es uno de los pocos militares que tiene la medalla de “héroe de Ucrania”. En las fotografías que tiene colgadas en la pared aparece con oficiales de la Alianza en Afganistán. Su propia agenda, sobre la mesa, tiene el logo de la organización atlántica.
– ¿Es optimista con respecto a la posibilidad de vencer a los rusos en la contraofensiva?
– Si, por supuesto. Llevará unas semanas, tal vez dos meses, pero ganaremos.
– Eso les ahorraría participar en la guerra a sus alumnos.
– Por supuesto, pero tenemos que estar preparados para un conflicto largo e incluso para el día después. Rusia ha demostrado ser un vecino agresivo con Ucrania. Necesitamos los militares mejor formados que ellos para compensar su mayor número, además de armamento occidental como los F16.
Este edificio, geolocalizado y conocido por los rusos, aún no ha sufrido ataques, pero el general se siente seguro en él. “Nuestra defensa antiaérea ahora en la capital es robusta, sobre todo con las baterías Patriot. Algún misil se puede escapar, pero es difícil. De todas formas, en cuanto suena la alarma todos los cadetes tienen que ir obligatoriamente al refugio sin demora“.
– ¿Esto sucede habitualmente?
– Casi cada día en las últimas semanas.
– ¿No les da pereza bajar?
– Estamos protegiendo a los que nos protegerán en el futuro. Ellos son lo más valioso que tenemos ahora. Nuestro futuro.
Agencias