Reportaje de la inundación de la ciudad ucraniana tras la voladura de la presa de Nova Kajovka. Miles de personas huyen de la urbe mientras que otros intentan salvar su casa apilando sacos de arena en las calles
NotMid 07/06/2023
MUNDO
Andrey Geborkian surgió en medio de la calle anegada arrastrando a las dos vacas, ayudado por uno de sus amigos. Todavía consiguió rescatar a una tercera. Las que tuvieron menos suerte fueron sus 24 gallinas. “Se han ahogado todas”, explicó mientras ataba a los animales a un poste de la luz y se disponía a sumarse a los esfuerzos de sus vecinos para frenar el ascenso del líquido, que poco a poco se iba apoderando del vecindario.
A pocos metros, otra familia sacaba de su vivienda a toda prisa a sus mascotas: una jaula con un periquito, otra caja con un hámster y un perro que acabó enzarzándose en una absurda pelea con otro can en medio de una travesía que ya parecía un riachuelo.
“Hasta los perros están nerviosos y tienen hambre”, señaló Vladimir Karaman, de 49 años.
Eran las 14:30 y los habitantes de la calle Tchaikovsky protagonizaban una pelea contra el tiempo. Los servicios de rescate de la municipalidad venían de depositar una montaña de arena en una de las esquinas. Ludmila, con lágrimas en los ojos, agarró una pala y a sus 48 años comenzó a rellenar uno de los sacos que habían dejado los uniformados sobre el suelo.
“Esa arena ha llegado muy tarde. Llevamos desde las 8 de la mañana intentando frenar la marea”, precisó Geborkian consciente de la inutilidad de su empeño. Al fondo, a pocas decenas de metros, un potente caudal de agua se colaba por el desagüe que conecta ese sector del barrio de Korabel con el cauce fluvial.
Vladimir Karaman ya había perdido la pugna por salvar su domicilio. Se encontraba tan enfrascado en el intento por bloquear el drenaje que cuando intentó regresar a la vivienda que había ocupado en los últimos 25 años descubrió que el agua llegaba ya a la ventana.
“No he podido ni recuperar el pasaporte. Lo hemos perdido todo. Tenía un huerto con una treintena de árboles, fresas, patatas.. Todo anegado”, relató sin poder esconder su indignación.
El ucraniano mostró un vídeo de cómo era su residencia hace sólo 24 horas. Una coqueta casa de una planta con dos habitaciones y un amplio terreno al costado.
“Es una venganza más de los rusos. Quieren destruir Jersón. ¿Qué tipo de ‘hermano’ haría esto a su ‘hermano?'”, se preguntó en referencia a las declaraciones del régimen de Moscú sobre la afinidad de las dos naciones.
En ese mismo instante se escuchó el silbido de un proyectil que se estrelló a pocos metros con un enorme estruendo. La destrucción de la presa se suma a la que genera la artillería rusa. “Vivir aquí ya era como jugar a la ruleta rusa y ahora esto”, comentó Karamán. “Es una tragedia encima de las muchas tragedias que ya hemos vivido”, le secundó Tatiana, de 56 años, que justo había retornado a Jersón el domingo, tras permanecer 6 meses acogida en Finlandia.
Dominados por la pesadumbre, los habitantes de la ciudad ucraniana de Jersón asistieron este martes a la progesiva inundación de una villa que Rusia dijo que sería “rusa para siempre” y que lleva castigando desde que fue liberada en noviembre. La localidad podría quedar parcialmente sumergida después de que la destrucción de la presa de Nova Kajovka -un suceso que Kiev achaca a las fuerzas de Moscú- lanzara un aluvión de agua río abajo.
El trágico evento amenaza con anegar hasta 80 poblaciones sitas a ambos lados del cauce del Dnipro, provocando una catástrofe mayúscula cuyo alcance todavía se desconoce.
Según una simulación que hizo un grupo de ingenieros suecos en octubre de 2022, la ruptura del dique debía generar una tromba de 14.000 metros cúbicos por segundo. Los expertos recordaron que las cataratas del Niágara arrojan 2.400 en el mismo tiempo. El mismo equipo anticipó la llegada a Jersón a las 24 horas de una ola de 4 ó 5 metros que podría derribar el principal puente de la villa.
Miles de personas -cerca de 16.000 según la estimación de los funcionarios locales- se disponían a abandonar barriadas de la metrópoli como la citada de Korabel, Ostriv o Hydropark, que al mediodía ya habían quedado desbordadas por la marea.
Decenas de personas esperaban en silencio en la estación de tren de Jersón al mediodía. Algunas como Victoria Fedotova, de 58 años, sólo habían podido agarrar los documentos que guardaba en una pequeña bolsa antes de escapar de su casa en Ostriv. A su lado, incapaz de expresarse, una fémina rompió a llorar al ser consultada por los periodistas. “Hemos perdido todo”, dijo otra.
EL PRECEDENTE HISTÓRICO
Victoria recordó que durante la era soviética los servicios de defensa civil ya les habían explicado las consecuencias desastrosas que podía tener un accidente en Nova Kajovka. “Los rusos quieren destruir todo lo que construyeron aquí en la era soviética. Si no puede ser suyo prefieren que desaparezca”, opinó Fedotova.
Sus palabras recordaban a aquellas que pronunció el régimen liderado por Stalin en 1941 cuando el dictador dio orden de volar la presa de Zaporiyia ante el avance de las tropas nazis.
“Hemos volado la presa del (río) Dnipro para no permitir que este primer hijo (la presa) de nuestro Plan quinquenal cayeran en manos de los bandidos de Hitler”, afirmaron los soviéticos en esas fechas.
Los estragos que puede provocar la demolición de Nova Kakhovka recuperaron en Jersón la triste memoria de la funesta jornada del 18 de agosto de 1941. Un artista alemán llegó a plasmar lo acaecido en un cuadro. En la pintura se aprecía la ingente explosión y como los civiles y carruajes que transitaban por la zona salen volando por los aires. Murieron miles -quizás decenas de miles- de personas, incluido un número indeterminado de soldados soviéticos. Los alemanes no perdieron ni un solo hombre y ocuparon Zaporiyia en octubre.
Aunque Moscú atribuyó lo ocurrido en Nova Kajovka a bombardeos del ejército ucraniano, Kiev llegó a identificar incluso a a la unidad a la que atribuye una decisión que constituye un crimen de guerra más que sumar al largo listado que atesora el régimen que dirige Vladimir Putin: la 205 Brigada de Fusileros Motorizados.
A la una del mediodía, el ministro del Interior ucraniano, Ihor Klymenko, estimó que la crecida había cubierto ya 10 poblaciones. La primera urbe afectada por la marea fue la ciudad que lleva el nombre de la presa, Nova Kajovka -controlada por las fuerzas rusas- que estaba cubierta a las pocas horas.
Los vídeos que se podían apreciar en Jerson permitían ver a cisnes nadando cerca del Palacio de la Cultura de ese núcleo urbano y hasta una gran vivienda prefabricada siendo arrastrada por el curso del agua.
El estallido provocó un auténtico frenesí en la región de Jersón desde que se conoció lo ocurrido a primerísima hora de la mañana. A las 6:45, el máximo responsable de esa provincia, Oleksandr Prokudin, lanzó un dramático aviso por medio de las redes sociales en las que alertaba que el río alcanzaría su “nivel crítico en 5 horas”. “Recogan sus cosas y documentos, y esperen a los autobuses de evacuación. Pido a los residentes de la margen izquierda (del cauce fluvial) temporalmente ocupada que hagan todo lo posible para protegerse y salvar sus vidas”, se le veía decir en el vídeo.
“¡Mantengan la calma! La evacuación en autobuses se llevará a cabo desde el área de la ciudad de Jersón. ¡Los hospitales y servicios comunitarios están en alerta!”, añadió otro de los comunicados oficiales transmitidos a través de Telegram.
En otro mensaje subsiguiente, las autoridades instaron a los locales a liberar a sus mascotas al abandonar sus hogares. “Así tendrán una oportunidad de vivir”, se leía en el escrito.
“NO PODRÁN DETENER A UCRANIA”
El presidente ucraniano, Voldodimir Zelenski, convocó una reunión de urgencia del llamado Consejo Nacional de Seguridad, y dijo que lo acaecido “confirma al mundo entero que los terroristas rusos deben ser expulsados de todos los rincones de la tierra ucraniana. No se les puede dejar ni un solo metro, porque utilizan cada metro para el terror. No podrán detener a Ucrania con agua, misiles o cualquier otra cosa”.
Autobuses, coches de voluntarios y hasta un tren se concentraron por la mañana en la ciudad ucraniana para asistir en las tareas de evacuación. Las fuerzas de seguridad también usaron algunos botes para alcanzar las zonas anegadas más remotas, una operación que se llevó a cabo bajo el fuego intermitente de la artillería de Moscú. De hecho, la policía local confirmó a este diario que dos de sus agentes habían sido heridos por los obuses rusos cuando intentaban ayudar a escapar a un grupo de civiles aislados por el agua.
“Aquí sabes que estás vivo si escuchas el silbido de los proyectiles porque sabes que están pasando por encima de tu cabeza”, apostilló Vladimir Karaman después de agacharse junto a los periodistas al escuchar otra explosión próxima.
Media docena de vehículos permanecían aparcados en las cercanías de Korabel. Desde el puente cercano se podía vislumbrar los astilleros de Jersón, desbordados por el cauce del río.
Cerca de allí, sentadas en una esquina, se encontraban Sitlana Luchko, de 38 años, y su madre Luvov, de 67. Iban acompañadas de dos perros y un gato. Habían huido de Korabel pero no sabían muy bien que hacer.
A Sitlana la despertaron los vecinos a las 6 de la mañana, aporreando las ventanas de su domicilio. “¡Gritaban y decían que habían destruido la presa y que venía una ola de 5 metros! ¡Nos dijeron que teníamos que huir!”, manifestó. Fuerzas del ejército y de la policía acudieron al suburbio para instar a los residentes a huir sin demora.
Sin embargo, la pareja de féminas no parecía decidida a abandonar Jersón. Dijo que un residente local les había ofrecido acomodo en un apartamento situado en un piso noveno.
“No sé si esto es muy peligroso”, expresó Sitlana.
La muchacha se encontraba a las puertas de la iglesia que regenta la capellán Ludmila Lidvinova, asistida en esta ocasión por otra religiosa de la cercana villa de Mykolaev, Olena Bondarenko, que se desplazó a Jersón en cuanto conoció lo acaecido.
Las dos féminas estaban organizando la asistencia de los civiles que salían de Korabel. También intentaban encontrar algún bote que pudieran usar para rescatar a los que han quedado aislados en sus casas.
“La gente de Jersón sufrió la ocupación y no se dejan asustar por el agua. Nos va a resultar difícil convencerles de que tienen que salir de aquí”, relató Lidvinova, ignorando que la ola de líquido se aproximaba ya al patio trasero de sus instalaciones.
Agencias