Un presidente del Gobierno debería gobernar para todos los ciudadanos y no descalificar a quienes no le han votado
NotMid 01/06/2023
EDITORIAL
El presidente del Gobierno dio ayer inicio a una campaña de frentismo extremo en la que abandona definitivamente el espacio político de centroizquierda para lanzarse a por el electorado identificado con los postulados de la izquierda más radical.
Pedro Sánchez reunió en el Congreso a sus diputados y senadores, pendientes de formar parte o no de sus listas electorales, para forzarles a exhibir un apoyo en forma de ovación cerrada en torno a sí mismo y a su estrategia de cara a las elecciones anticipadas del 23 de julio. En una escalada populista, el presidente marcó cuál va a ser el tono del PSOE: igualar al PP con Vox -«no hay distinción alguna»- y a ambos con Donald Trump; señalar una conspiración de «los poderosos» contra él; insinuar que pedirán su arresto como responsable de un falso pucherazo; calificar a la derecha y a sus millones de votantes de «corriente reaccionaria», y acusar a los medios de comunicación que no le son afines de «lanzar infundios y traficar con la mentira». En un ejercicio de mayúscula contradicción, el presidente que ha labrado una alianza permanente con Bildu y con ERC pretendió compaginar ese discurso basado en el enfrentamiento entre españoles con un llamamiento a la convivencia y a la pluralidad.
El mensaje, que recuerda al Pablo Iglesias que comenzó su carrera política en las tertulias, es peligroso. Un presidente del Gobierno debería gobernar para todos los ciudadanos y no descalificar a quienes no le han votado. Además, agudiza la crispación política y social, deteriora la calidad del debate público y destila, precisamente, el trumpismo que dice combatir.
Como informamos hoy, la campaña de bronca confrontación que ha anunciado Sánchez no ha sido planteada por el PSOE. Es el núcleo reducido que rodea al presidente -diana de las críticas internas por la verticalidad con la que actúa- el que ha señalado el camino. Más allá de movilizar a unas bases cansadas, el objetivo pasa por asumir el discurso de la izquierda radical, ajeno a la tradición socialdemócrata del partido, para concentrar en la papeleta socialista todos esos votos. Tras los pésimos resultados cosechados por Podemos y por las siglas apoyadas por Sumar, Sánchez ha pasado de encumbrar a YolandaDíaz, aupándola en marzo como su ticket electoral, a considerar que su candidatura no le resultará rentable. Por eso ahora busca ocupar su espacio.
La estrategia del miedo contra la caricatura de una España negra encabezada por PP y Vox se ha demostrado fallida para el PSOE en las anteriores elecciones autonómicas de Madrid, Castilla y León y Andalucía. Acentuarla no solo divide más a la sociedad, sino que agrava la deriva de un partido históricamente clave en la vertebración democrática del país y que ha renunciado a dirigirse a la mayoría de la sociedad española.