Si todas las personas de confianza de Sánchez en su partido y sus gobiernos, más su hermano y su señora, están imputados por delitos de corrupción, ¿caben dudas sobre la responsabilidad de Sánchez?
NotMid 12/06/2025
OPINIÓN
FEDERICO JIMÉNEZ LOSANTOS
Los intocables fue una gran serie de televisión y, años después, una película de Brian de Palma, que contaba la historia de un grupo del FBI, dirigido por Elliot Ness, que luchó contra el auge del crimen organizado tras la prohibición del alcohol en EEUU, y contra la corrupción de la policía y los políticos que debían combatirlo. Como el narco hoy, vamos. Intocable significaba incorruptible y señalaba lo tocada o sobornada que estaba la policía. Robert Stack, en la tele, y Kevin Costner, en el cine, fueron Ness, un héroe doméstico que ya no podía untar la mantequilla de cacahuete del niño porque tenía a toda la familia escondida en algún Estado lejano, para no tener que ir cualquier día a su entierro. La serie retrataba muy bien la corrupción policial, pero también el afán de la policía decente por atrapar a sus corruptos. Y es inevitable, viendo las noticias, preguntarse si en el entono de Sánchez queda algún intocable o son todos imputables.
La aparición de Santos Cerdán, secretario de Organización del PSOE de Sánchez, cobrando comisiones por concesiones de obra pública pone a la Banda de los Cuatro o del Peugeot -Ábalos, Koldo, Cerdán y Sánchez- en un banquillo de tocables con vistas a la cárcel. Ya están imputados, o camino de serlo, los dos secretarios de Organización de absoluta confianza del secretario general del PSOE y presidente del Gobierno, amén de Koldo, tan de Sánchez que durmió una noche en una escalera custodiando con su corpachón los avales para retomar el PSOE e instalar su negocio. Si todos los intocables hubieran sido pillados cobrando de la mafia, ¿cabe alguna duda de que Elliot Ness habría sido destituido y procesado? Y si todas las personas de confianza de Sánchez en su partido y sus gobiernos, más su hermano y su señora, están imputados por delitos de corrupción, ¿caben dudas sobre la responsabilidad de Sánchez? Sea por no vigilar a su entorno, sea por dirigir el delito a la sombra del poder, Sánchez debería dimitir, convocar elecciones y anunciar que no sería candidato, concentrándose en preparar su defensa ante el Supremo.
Pero en vez de actuar como si España fuera una democracia, Sánchez busca abiertamente una dictadura personal que garantice su impunidad. La ley Bolaños pretende echar a los jueces que no se hayan corrumpido y fundar un régimen de hampones, narcos, separatistas y golpistas. En esas estamos.