Ambos regímenes son socios en el fortalecimiento de la infraestructura petrolera venezolana, pero también en el tráfico del crudo. Sin embargo, la desconfianza crece a diario en el país latinoamericano
NotMid 27/04/202
IberoAmérica
Tres nombres, misma nacionalidad, similar misión: Ali Akbar Purebrahimi, Hojjatollah Ghoreishi y Azim Monzavi. Son los funcionarios iraníes encargados desde comienzo de año de encaminar la deteriorada producción petrolera chavista. Hasta que ya no sea necesario, claro. Es que los intereses y planes de Teherán respecto a Venezuela podrían cambiar prontamente.
Es algo que preocupa en forma creciente a un sector del régimen de Caracas. Ese núcleo sabe que de alcanzar un acuerdo nuclear, Irán ya no dependerá del país latinoamericano -como de otras naciones marginales- para garantizarse parte del flujo de dinero que ingresa a la teocracia como consecuencia del tráfico de petróleo.
De acuerdo a información a la que pudo acceder Infobae, Irán ya estaría preparando nuevos acuerdos con países más ricos -no sancionados- para mantener negocios lícitos. Eso afectaría el actual interés iraní con respecto al crudo chavista. ¿Para qué recurrir a mercados paralelos e ilícitos cuando las divisas podrían volver a ingresar a Teherán de manera legal?, se preguntan. Eso sí: los ayatollahs mantendrían otros negocios con Miraflores, más relacionados con lo militar y con la Guardia Revolucionaria Islámica siempre como principal actor.
La luz de alarma se está encendida desde hace unos meses en algunos sectores próximos al dictador Nicolás Maduro. Creen que deberían prepararse para la probabilidad de que Irán se retire de los negociados, las triangulaciones con barcos fantasmas y de su supuesta ayuda en el desarrollo de las olvidadas refinerías. Sospechan que podrían no cumplir con lo acordado al más alto nivel y que el aparente crecimiento que se experimenta desde hace unos meses pierda impulso por el temido abandono.
La elite petrolera chavista está confundida y recelosa ante este escenario. Están “recalculando”. ¿Cómo deberían valorar la actual ayuda teniendo en cuenta el inminente acuerdo nuclear? Los análisis sobre los riesgos a tomar frente a las potenciales ganancias corren de un lado y otro. Es parte del debate diario entre un círculo de desconfiados. Creen que los tratados que firman son cada vez más precarios y podrían caer de un momento a otro.
Los nuevos enviados
Una semana atrás, Infobae revelaba los nombres de los iraníes detrás de la ayuda a Venezuela. Purebrahimi es uno de ellos. tiene a su cargo el desarrollo de la refinería El Palito, una de las más importantes del país latinoamericano. Es un frecuente visitante de Caracas y un celoso de la letra chica del acuerdo y del avance de los trabajos. Es funcionario del Ministerio de Petróleo de Irán y un delegado directo de Javad Owji, el sancionado ministro que tiene diálogo frecuente con el Ayatollah Ali Khamenei.
Su misión no es simple. Es quien debe convencer continuamente a los funcionarios de Maduro respecto a los altos costos de la logística y sus consecuentes desembolsos. El viaje es largo, sea este por mar o por aire. Estos interminables trayectos, además, deben ser hechos con buques o aviones que consigan esquivar las sanciones financieras a las que están sujetos ambos regímenes. Ese riesgo paga más que el mercado regular.
Además de esto, Purebrahmi es quien dice lidiar con la supuesta falta de conocimiento de algunos de sus pares venezolanos en las refinerías. Los ingenieros latinoamericanos, que tienen una vasta experiencia en el área, deben guardarse algunos comentarios ante lo que consideran un insulto.
La Guardia Revolucionaria Islámica también es un actor fundamental. Es parte vital de la infraestructura petrolera y energética de Venezuela. PDVSA paga con barriles y productos derivados a una empresa asociada a esa fuerza, Milad International Contractors Group (MICG). Esta corporación tiene gran presencia en Irak y maneja, entre otras áreas, negocios no sólo en el petróleo sino también en transporte y rutas, represas, minería y telecomunicaciones.
Otra de las compañías que Irán filtra en los negociados es una con varias manchas de corrupción en su historial. Su denominación es Khatam Al Anbia. Sus pecados no espantan a los chavistas, aunque sí generan desconfianza en momentos que es mandatorio multiplicar la producción. Y los iraníes la presentan como esencial para aumentar la infraestructura. Su desconfianza también radica en otro factor: el desprecio de Khatam por el medioambiente. Sospechan que podrían estar ante un potencial desastre natural al dejar todo en sus manos.
Ghoreishi es otro eslabón fundamental por ser el jefe de logística en el Ministerio de Defensa. Su presencia es llamativa: lo señalan como el responsable de otro tipo de transacción, aquella que une los barriles con armamento. Esto podría resultar fundamental en estos meses en los que Rusia, otro gran proveedor de Caracas, distrajo su producción militar en su sangrienta invasión a Ucrania. En enero último, cuando Moscú ya había desplegado sus tropas alrededor del país vecino, Ghoreishi hizo su primer vuelo a Miraflores.
Monzavi, por su parte, también cumple un rol clave y es un nombre que hasta el momento se mantenía en secreto. Alguien nuevo que genera cierta desconfianza entre los funcionarios chavistas. También arribó en enero a la capital venezolana. Se reunió con técnicos e ingenieros de PDVSA, la exprimida empresa estatal. Es el responsable de vender el petróleo que la Guardia Revolucionaria Islámica obtiene del suelo venezolano. Maneja una unidad secreta comercial de las Fuerzas Quds, los comandos considerados terroristas por Washington.
Desconfianza
Algunas autoridades chavistas hacen un mal cálculo: creen que este acuerdo podrá proporcionar oportunidades para que Irán se refugie más en su petróleo. Pero eso tiene fecha de vencimiento, aunque pocos sepan qué día del almanaque se presentará el acuerdo nuclear. Hasta entonces, PDVSA depende casi en exclusiva de lo que la Guardia Revolucionaria del Ayatollah determine.
Sin embargo, la desconfianza no sólo reposa en la firma global que más obsesiona a Teherán y preocupa a otros actores de Medio Oriente. En el entorno del régimen de Maduro creen que Irán podría no cumplir con lo pactado, no honrar sus promesas como ocurrió en otros casos. Se basan en la historia reciente de tráfico de petróleo con otros “clientes” tan vulnerables como Caracas. Estos problemas continuarán con
En Venezuela muchos ven en Monzavi sólo una cara nueva. Creen que sus ideas no son del todo innovadoras y que los problemas que se tuvieron en el pasado persistirán. “Es maquillaje”, se quejan en voz baja. Temen que Monzavi, director de ventas “secreto” de la Guardia Revolucionaria, herede y perpetúe los problemas históricos que tuvo Irán para traficar y poder cumplir sus contratos con países parias.
Esta unidad “secreta” que ahora maneja Monzavi ha estado vinculada a algunos fracasos embarazosos. La última experiencia es reciente, en 2021. En agosto del año pasado, un buque tanque liberiano –Pride (IMO: 9153525)- debió estar parado durante un año luego de que se descubriera que Irán estaba detrás de la venta del crudo. La transacción ilegal resultó en un fiasco absoluto y en un escándalo internacional. El empresario omaní detrás, Mahmood Rashid Amur Al Habsi no podrá operar más por traficar conjuntamente con una organización acusada de terrorista.
El petróleo cargado en el Pride estuvo un año en Omán. En una misión riesgosa la Guardia Revolucionaria Islámica pudo recuperarlo, pero el crudo jamás pudo ser vendido y retornó a Irán. El hecho despertó las alarmas no sólo en Liberia y Omán, sino también en Venezuela. ¿Podría volver a suceder? Funcionarios del petróleo recurren a un resignado sarcasmo ante la consulta: “No necesariamente… quizás antes firmen el acuerdo nuclear y ya no les hagamos falta”.
Agencias