NotMid 28/04/2022
OPINIÓN
LUCAS DE LA CAL
Hubo una vez que la isla china de Hainan fue colonizada por los rusos de Siberia. Concretamente, la ciudad más al sur, Sanya, bautizada por la prensa local como el “Hawái de Oriente”. En sus playas tropicales se tiraban inviernos enteros a más de 30 grados gracias a la excepción de visa y a las 18 baratas rutas aéreas que conectaban esta isla en el sudeste asiático con varias ciudades de Rusia. Pero eso se acabó.
Por mucha amistad en tiempos de guerra que presuman Pekín y Moscú, los chinos no han hecho excepciones con sus vecinos de arriba y mantienen para ellos, y para el resto del mundo, sus fronteras herméticamente cerradas. Incluso si ahora un ruso que reside en otra parte de China quisiera viajar a la isla, debe presentar cuatro pruebas de PCR negativas porque hablamos de un país que tiene a su centro financiero, Shanghai, totalmente confinado, y a su centro político, Pekín, con la gente vaciando las estanterías de los supermercados porque temen que también los encierren en casa tras un repunte de contagios en la ciudad.
Si llegara el bloqueo de Pekín, a quien escribe estas líneas no le pillará porque ha huido a Hainan. Opino que las crónicas saldrían mejor a pie de playa y en libertad que preso otra vez en casa. No hace falta repetir experiencia. Ya van muchas cuarentenas en el bucle chino.
Además, en Hainan también hay cosas que contar. Empezando porque China planea convertir esta isla de 35.000 kilómetros cuadrados en el puerto de libre comercio más grande del mundo. Tiene potencial. Los chinos hablan de un nuevo Hong Kong ahora que Pekín ha enjaulado al tigre asiático con una política de represión.
Impuestos más bajos para atraer inversiones, visas flexibles a turistas y bolsas millonarias de empleo para talentos extranjeros. Esa es la receta básica que manejan para empujar a Hainan a ser un nuevo centro financiero en Asia.
ElMundo