Lo interesante desde la llegada de Macron es que izquierda y derecha son excrecencias en sí mismas
NotMid 12/04/2022
OPINIÓN
ARCADI ESPADA
Macron seguirá siendo presidente de Francia gracias a una ley electoral que parece especialmente diseñada para la bestia populista. Una primera vuelta para que se desfogue (o con Kahneman: para que el sistema 1 decida) y una segunda para que medite sobre su triste vida y decida el sistema 2. Esta ley manifiesta un aristocrático desprecio relativista por el propio sufragio universal cuando se interpreta desde los humores inmediatos del llamado pueblo. Es como si la democracia, ente superior a la suma de sus partes, les dijera a sus practicantes: “Piensa, bestia”. Y el auténtico milagro es que lo hacen, como va a verse en quince días, cuando votantes de Mélenchon y de alguna otra facción hirsuta, sin excluir siquiera la lepenista, acudan a votar a Macron.
En el pasado, la ley permitía que una parte de los electores se envileciera votando a excrecencias de izquierda o derecha y luego uno de los dos partidos dominantes a izquierda y derecha gobernaran. Lo interesante desde la llegada de Macron al escenario es que ahora izquierda y derecha son excrecencias en sí mismas. Unos lo son por su tamaño, caso del Partido Socialista, de Anne Hidalgo o de los Republicanos de Valérie Pécresse, y otros por sus programas, caso de Marine Le Pen o Jean-Luc Mélenchon. La operación intelectual y política de Macron, que tiene su origen en el primer Sarkozy, fue despojar a izquierda y derecha de lo peor de sí mismas y atraer hacia su movimiento lo que juzgó razonable de cada una de ellas. El resultado es terminante y nítido. No es que la izquierda y la derecha se hayan hundido en Francia: es que la izquierda y la derecha son hoy en Francia la calumnia que expelen Le Pen y Mélenchon. La calumnia del racismo y la xenofobia, la calumnia antieuropea, la calumnia de Maduro y Putin. Para decirlo en términos ibéricos, la calumnia de la voxemia y el nacionalismo.
La ambigüedad macroniana respecto a los términos derecha e izquierda completa el rasgo principal de su política que es, justamente, el antiidentitarismo. De su política y hasta de su propia persona. Comprendo que para la tocinería dominante esto pueda resultar risible; pero a veces Macron parece, incluso físicamente, un sofisticado e higiénico producto de la inteligencia artificial. Su perentoria obligación en los próximos años, y en el próximo junio de las amenazantes legislativas, será la de convertir En marche en un proyecto político que cuaje sin su extraño y eficaz liderazgo. Pero antes habrá de vencer de nuevo. Le ampara este refinado sistema electoral de Francia. Felizmente antiidentitario, c’est formidable!
ElMundo