Las elecciones en Andalucía sí que tendrán impacto, y mucho, en el cartel de Feijóo
NotMid 26/04/2022
OPINIÓN
TEODORO LEÓN GROSS
as elecciones en Andalucía sí que tendrán impacto, y mucho, en el cartel de Feijóo. Estas sí serán las primeras elecciones del albertismo. Y se trata de una cita con las urnas de verdadera trascendencia, en el feudo histórico del PSOE, en su granero legendario de votos: confirmar o no un cambio de raíces profundas tras la carambola de 2018. Las encuestas abonan la hipótesis de que el PP pueda superar en votos a toda la izquierda; de modo que será un pulso con Vox, vaya o no Macarena Olona, que lleva unas semanas andaluceándose bajo el rótulo de Macarena de Graná, léase Granada.
No es casualidad que Juanma Moreno haya convocado solo después de las elecciones francesas, tras la derrota de Le Pen. De haber ganado los ultranacionalistas, excitando la euforia de Vox, las cosas podrían haber sido distintas. La fecha electoral andaluza coincidirá con el desenlace de las legislativas francesas. Elías Bendodo, número dos del PP andaluz, ya como coordinador nacional, proclamó sin ambages que el Partido Popular apoyaba a Macron. De hecho, Juanma Moreno es tal vez el perfil más socioliberal del partido. En el Cercle d’Economía admitió meses atrás ser muy consciente de presidir «una comunidad con un sesgo social de centroizquierda» y concluyó, a partir de ahí, que «mi visión es mucho más centrada». Los sorayistas andaluces nunca vencieron las reservas del casadismo.
La izquierda y sus antenas mediáticas han tratado de atribuir a Feijóo el pacto de Castilla y León con Vox como pecado original del albertismo para estigmatizar su ciclo bajo el signo de la extrema derecha. Es lógico que lo hagan, aunque sea falso. La verdad, en política, rara vez es la brújula. Pero Castilla y León no sólo forma parte del balance particular de Casado, sino que marca el principio del fin del casadismo. En su objetivo de forzar elecciones tanto en Andalucía como en Castilla y León para erosionar a Sánchez allanando su hoja de ruta a la Moncloa, Moreno se resistió pero Mañueco sí picó haciendo un adelanto electoral justificado con torpe deslealtad. Y fue castigado.
Feijóo no estuvo en la investidura de Mañueco, y casi parecía a punto de justificarse como en los viejos chistes de La Codorniz: «El presidente del partido no puede coger el teléfono, tiene las manos ocupadas pegando un jarrón chino». Cualquier coartada habría servido para marcar distancia con esa herencia envenenada pero, sobre todo, ajena.
Va de suyo que Feijóo estará preparado para pactar con Vox, puesto que las condiciones planteadas por el PSOE son ridículamente inaceptables, exigiendo al PP que rompa todo acuerdo con Vox mientras ellos se autoconceden barra libre para pactar con los moderados de Esquerra y Bildu…. Eso es un engañabobos, que, eso sí, al parecer logra engañar a un número considerable de bobos. El desarme unilateral no funciona en política: o las grandes fuerzas acuerdan conjuntamente dejar gobernar al más votado, sin buscar alianza en los extremos, o eso no sucederá. De modo que Feijóo sin duda estará preparado para pactar con Vox, sí, pero será bajo su mandato, no por un error de su antecesor, que además tuvo la deslealtad de sugerir en Europa que él era el dique de contención para frenar a la extrema derecha.
Juanma Moreno va a las urnas después de un año de hostilidades con Vox, que lo tiene por símbolo de la derechita cobarde, y además defendiendo hasta el final el pacto con Ciudadanos a diferencia de Ayuso y Mañueco. Se esgrime en Andalucía, y con motivo, que seguramente se trata de la mejor experiencia de Gobierno de coalición en España, con un perfil socioliberal sin interferencias. De momento parece que a Ciudadanos lo arrastrará la crisis de marca sin discriminar su aportación, y Moreno se quedará con el carril central penetrando incluso en el centroizquierda. Claro que la fuerza de Vox, asentado en el ámbito rural y muy fuerte entre los jóvenes, marcará el duelo electoral. En el mítico feudo socialista, la derecha puede superar el 60% del Parlamento.
Y en esa batalla andaluza sin duda estará Feijóo, volcándose sin amarrateguismos. Será también su campaña electoral. Será su tarjeta de visita. Será un examen interesante.
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