Un canal de Telegram publica una foto del controvertido general ruso paseando de la mano de su esposa
NotMid 06/09/2023
MUNDO
El general Serguei Surovikin, también conocido como ‘General Armageddon’, que fue cesado como jefe de las Fuerzas Aeroespaciales de Rusia, ha reaparecido en público por primera vez desde la rebelión armada protagonizada en junio por los mercenarios del Grupo Wagner y su jefe, Evgeny Prigozhin, muerto el mes pasado en un misterioso accidente aéreo por el que desde diversas instancias internacionales se ha culpado al Kremlin.
El canal de Telegram de la conocida periodista Ksenia Sobchak publicó este martes una foto del controvertido general paseando de la mano de su esposa, Anna. “El general(…) salió a la calle. Sano y salvo, en casa, con su familia, en Moscú”, escribió Sobchak en el mensaje. Sobchak también fue de las primeras en informar en agosto de que había sido relevado del cargo y que su familia seguía sin contacto con él. Analistas militares como Vladimir Romanov apuntaron incluso que Surovikin había estado en la prisión de Lefortovo.
Varios medios de comunicación informaron que Surovikin había perdido el favor del Kremlin tras el motín abortado de Wagner en junio, y que estaba siendo investigado por su posible complicidad. La agencia estatal de noticias RIA dijo el mes pasado que había sido destituido como jefe de la fuerza aérea y que su adjunto, Viktor Afzalov, ha asumido el puesto, aunque de forma temporal.
Las sucesivas reorganizaciones del ejército ruso y la sublevación de Prigozhin son un síntoma de que el ejército ruso está teniendo problemas para cumplir con las expectativas poco realistas de Putin. Surovikin fue nombrado comandante del grupo conjunto de tropas en Ucrania en octubre de 2022 por orden del ministro de Defensa ruso, Serguei Shoigu. Hasta ese momento, ni siquiera había información sobre la existencia de tal cargo. El analista y escritor Andrei Soldatov cree que Putin “siempre temió la existencia de un general popular”. Tal vez por eso sólo se colocó un nombre por encima del resto en octubre, cuando ya quedó claro que la guerra no era un éxito.
Desde entonces, pese a ser un mundo opaco, el generalato ruso ha sido una caja de resonancia de recurrente reparto de culpas. El motín de Prigozhin fue el caso más violento, pero acto seguido se conocieron las peleas del general Ivan Popov con sus superiores. Popov no sólo no fue retratado como un traidor por el sistema, sino que recibió el apoyo tácito de un diputado del partido gubernamental Rusia Unida, Andrei Gurulev.
La experiencia de las derrotas del año pasado obligó a los mandos rusos a tomarse en serio la defensa y construir fortificaciones. Moscú descubrió que no podía tomar Kiev en tres días, pero que podía perder Jerson en diez. La mala noticia para los rusos es que defender lo conquistado requiere de muchos más soldados de los que se pensaba. Eso puede implicar nuevas movilizaciones. Y ahí de nuevo el calendario político -con elecciones presidenciales en marzo- vuelve a chocar con las realidades militares.
DEGRADADO, PERO VIVO
Desde el día de la sublevación, la prensa y las redes sociales especularon sobre el estado y el paradero del general. Surovikin caminando por Moscú tras sobrevivir a sus horas más bajas es el reverso de la ‘ejecución pública’ de Prigozhin.
Prigozhin criticó ferozmente a la cúpula de defensa pero elogió a Surovikin. Si el jefe de Wagner urdió ese avance hacia Moscú en junio es porque sabía que, más allá de sus hombres, contaba con algo de apoyo en el ejército. Este verano Putin se ha dedicado a desmontar las piezas de ese descontento que no puede borrar. El cabecilla está muerto, y el máximo exponente de los que asentían en silencio cómplice ha sido degradado ante la vista de todos, pero sin convertirse en un mártir.
La frustración sigue latente. Pero lo importante es que no sirva para canalizar ningún desorden interno.
PUTIN CONTRA EL REALISMO
La degradación de Surovikin es hacerle un consejo de guerra al realismo. Este ‘vengador’ había sido reconocido tanto por combatientes rusos como por los ucranianos como uno de los comandantes más competentes de Moscú. Fue él el que se dio cuenta de que Jerson era una causa perdida, convenciendo a Putin de que era hora de un repliegue. El líder ruso hizo caso a lo que su general veía en el mapa en lugar de a lo que su embelesado expansionismo había escrito en la constitución semanas antes: que Jersón y Zaporiyia son territorios rusos.
Una retirada bajo fuego enemigo es una operación difícil de llevar a cabo: Surovikin la manejó bien y con bajas limitadas. Los belicistas ajenos al ejército, que llevan meses vociferando en medios y redes rusas rechinaron los dientes. Pero los que saben lo que es moverse en el campo de batalla reconocieron que Surovikin había salvado importantes activos del ejército ruso para futuras batallas.
Incluso en Kiev admiten que Surovikin era uno de los generales más temidos. Su retirada de la primera línea es una buena noticia para los ucranianos. Inspirado por las crueldades cometidas en Siria, lanzó una cruel campaña de bombardeos contra objetivos civiles, seguramente con el objetivo de dejar a Ucrania sin defensas aéreas y diezmar la moral de la población. Aquí volvió a cruzarse la política-ficción que ha intoxicado los pasos del Kremlin desde febrero de 2022. Nada de eso dio resultado y Putin se cansó del enfoque cauteloso de Surovikin. Por eso usó su retirada de la primera línea para amortizar las culpas por el ataque ucraniano con misiles contra un cuartel en las afueras de Makiivka el día de Año Nuevo, donde murieron cientos de reservistas rusos.
Durante este año el jefe de la ofensiva ha sido Valery Gerasimov. Pero la ofensiva es más bien ‘defensiva’ desde hace meses. Los militares quieren un plan. El Kremlin desea tener la guerra en paz. El presidente no soporta más señalamientos que los suyos. Porque sabe que un día los dedos índices pueden apuntar hacia él.
Agencias