Sánchez se merece un final con solera, y no todo este desaguisado inextricable del sistema Pegasus
NotMid 04/05/2022
OPINIÓN
JORDI BERNAL
Bien es cierto que pocos daban un duro por el gobierno Frankenstein cuando empezó a dar sus dubitativos primeros pasos y ha pasado el ecuador de la legislatura. El superviviente Sánchez sin embargo parece bien embarrado con el tema de Pegasus, y si no es su preciada cabeza, alguna deberá ofrecer para contentar las ganas de sangre de sus aliados. También sus socios de Podemos le urgen a la acción guerrera. Así que si quiere atemperar los ánimos deberá tirar de cuchillada inmisericorde.
De momento, y a falta de una investigación a fondo, el presidente comparecerá la semana que viene en el pleno del Congreso para dar las explicaciones pertinentes sobre su caso de espionaje. Ahí es donde Sánchez se gusta. Gesto quebrado. Voz meliflua. Mirada compungida. Sabe que si tiene alguna salvación, será en directo y por la cara. Veremos si cuela y se la cuela tanto a sus socios y afines como a sus electores. Ninguno de ellos contaba con este estrambótico asunto de las escuchas en un momento de pandemia, guerra, subida del paro e inflación. Pero la realidad es caprichosa, y de tanto surfear con los hechos puede que al final sea un hecho circunstancial el que acabe elevándose en determinante.
Veremos si emerge de nuevo el Sánchez de las grandes ocasiones. Aquel que dolorido le confesaba a Jordi Évole presiones de grupos empresariales para que no gobernara la izquierda o campañas de acoso y derribo de ciertos medios de comunicación hacia su egregia persona. Veremos si es capaz de cabalgar ese indómito Pegasus que se ha colado en la agenda política por la puerta trasera y que ha visto cumplido el sueño húmedo de los independentistas de internacionalizar por fin su conflicto aunque con ello no parezcan satisfechos.
Sería, qué duda cabe, un triste final para alguien que ha hecho de la picaresca de la resistencia un modo de vida. Para muestra su libro –Manual de resistencia– que figura como hito último de un género con tradición nacional. Esperemos, por el bien de la narración literaria, que el desenlace de Sánchez sea un tanto más lucido que ese asunto insidioso de escuchas telefónicas que, aunque lejanamente, lo emparentaría con el modelo anglosajón del Watergate de Nixon. Sánchez se merece un final con solera. Un deslome desde lo alto de su caballo de cartón y no todo este desaguisado inextricable del sistema Pegasus.