Los moscovitas rinden tributo al jefe de los mercenarios, aunque sólo unos pocos se atreven a señalar al ejército: “Creo que fue Shoigu”
NotMid 26/08/2023
MUNDO
Misha mira al suelo, habla en voz baja: “Sentimos pena, pero es pronto para decir quién ha sido”. Estamos a dos calles del Kremlin, donde al caer la tarde un goteo de moscovitas fieles y algunos curiosos vienen a mirar o a rendir tributo al líder mercenario Evgeny Prigozhin en un improvisado altar urbano donde han dejado más enseñas de distintos cuerpos del ejército que banderas de Rusia.
Unas 50 personas contemplan en silencio este altar urbano en la calle Varvarka, donde hace siglos se asentaron los boyardos, la nobleza medieval que según la época respaldó o desafió a los zares. Miles de alzados fueron ejecutados hace siglos cerca de donde ahora algunos moscovitas partidarios de la invasión de Ucrania lloran bajo la mirada de la calavera del logo de Wagner.
La mayor parte son jóvenes. El conjunto de velas y retratos de los mercenarios caídos está rodeado de flores frescas. Esta feligresía silenciosa muestra respeto hacia el jefe de Wagner, aunque pocos quieren hablar de quién le ha matado.
“Yo creo que ha sido [Serguei] Shoigu”, el ministro de Defensa, dice Dima, uno de los pocos que se atreve a aventurar una hipótesis. Su amigo, que no quiere dar su nombre, se anima a decir algo más: “Creo que es un trabajo interno y no me sorprende lo que ha sucedido, Prigozhin dijo la verdad sobre la guerra y eso es peligroso, ahora mismo es peligroso decir cualquier cosa”. Se para un instante, como con el orgullo herido, y completa: “También en Occidente”.
Ambos tienen menos de 30 años. Carne fresca para un nuevo reclutamiento en cuanto las ‘líneas Surovikin’ que protegen las conquistas rusas en el sur de Ucrania empiecen a flaquear. No tienen miedo, dicen. “Al menos no tanto como antes, creo que ahora todo irá bien”. Dima es más fatalista: “No vamos a huir a ningún sitio, porque no tenemos ningún sitio a donde ir”.
“LOS UCRANIANOS ESTÁN DESMORALIZADOS”
Creen que la guerra, al fin y al cabo, va mejor que el año pasado. “Nuestros chicos están en Kupiansk”, dice el amigo de Dima, “y los ucranianos están desmoralizados”.
Un joven se para junto a nosotros. No ha traído flores, viene vestido de negro con una boina oscura que parece de principios del siglo pasado. Mira fijamente el retrato de Prigozhin, iluminado por las velas. Levanta la barbilla, hace un saludo militar con taconazo y todo y se marcha por los callejones que separan el Kremlin de la zona de bares, que ya empieza a rugir con la fiesta del viernes por la noche. Algún otro concentrado acusa también a la cúpula de Defensa, pero la mayoría prefiere guardar silencio: “Es complicado hablar de eso ahora”.
Hay pena, pero no pesimismo. Alexander, otro moscovita en edad de luchar, ha venido porque “estas personas combatieron por Rusia”. Está convencido de que Ucrania del este pertenece a su país, aunque no es capaz de decir hasta dónde.
Entre las flores hay una pancarta: “Estar en la batalla es vivir para siempre”. Dima cree que la muerte de Prigozhin y Dimitri Utkin tampoco será el final de Wagner. Aunque esté descabezado y el gobierno ruso le haya quitado las armas. “Seguirá existiendo, mire por ejemplo cómo los polacos han reforzado sus defensas cerca de donde está Wagner en Bielorrusia cuando han sabido de estas muertes, lo de las armas no es tan importante”.
Un feligrés de Wagner nos escucha. No quiere hablar, pero al final se desahoga. “Prigozhin ha luchado por Rusia y me cuesta creer que haya acabado así”. Delante de nosotros, los retratos de Prigozhin y Utkin. Con varias velas, como si fuesen santos. También el de Vladen Tatarsky, propagandista militar ruso asesinado en abril de este año: según el gobierno ruso, fueron los servicios secretos ucranianos. En aquel momento Moscú habló de “terrorismo”. Esta semana, tras estrellarse el avión de Prigozhin, se abrió un caso por incumplimiento de la seguridad aérea.
Dan las nueve. Suena una de las campanas que rodean al Kremlin, la Iglesia de Santa Bárbara. Aquí estalló el famoso levantamiento de Moscú durante la terrible plaga de 1771. Pero hoy en esta calle en penumbra nadie pide venganza, un pecado que es privilegio del zar. Ayer y siempre.
CEMENTO SOBRE WAGNER
Después de que se estrellara el avión de Prigozhin, aparecieron monumentos conmemorativos espontáneos no sólo en Moscú y San Petersburgo, sino en distintas ciudades rusas. Pero algunos sitios funerarios están siendo retirados, según han denunciado algunos vecinos.
En las redes sociales rusas y ucranianas apareció un vídeo, supuestamente filmado en un cementerio en el pueblo de Nikolaevka, región sureña de Samara, donde están enterrados rusos que murieron en la guerra de Ucrania, incluidos los mercenarios de Wagner. Allí se encuentra el monumento a los mercenarios caídos, que fue inaugurado en abril por el propio Prigozhin.
Un mercenario, Sergei Trifonov, denuncia que las tumbas en el cementerio fueron “demolidas”. “Esta gente murió por Rusia, y aquí arrasasteis todas sus tumbas”, ha criticado en un vídeo compartido en redes sociales, vestido con ropa de la marca Wagner. El vídeo también muestra decenas de cruces de madera apiladas en el suelo.
Según señalaron los vecinos en el medio de Samara ‘63.ru‘, en el callejón donde fueron enterrados los mercenarios de Wagner están echando cemento para poner una pirámide negra con el nombre del difunto.
PUTIN EXIGE LEALTAD
Apenas 48 horas después de la catástrofe aérea que se cree que mató a Evgeny Prigozhin, el presidente Vladimir Putin ordenó a los combatientes de Wagner que firmen un juramento de lealtad al Estado ruso
Putin firmó el viernes el decreto, que tiene efecto inmediato. Es el siguiente movimiento del Kremlin después de decir que las acusaciones occidentales de que Prigozhin fue asesinado por orden del presidente son una “mentira absoluta”.
La introducción por parte de Putin de un juramento obligatorio para los integrantes de Wagner y otros mercenarios pretende poner a esos grupos bajo un control estatal más estricto. El Kremlin lo presenta como un paso más para forjar las bases espirituales y morales de la defensa de Rusia.
El decreto, publicado en la web del Kremlin, obliga a cualquier persona relacionada con lo que Moscú llama su “operación militar especial” en Ucrania a prestar un juramento formal de lealtad a Rusia. El juramento incluye una línea en la que quienes lo prestan prometen seguir estrictamente las órdenes de los comandantes y mandos militares en general.
Nadie señala a Putin en el entorno del presidente. Pero Ramzan Kadirov, el líder de Chechenia y aliado de Putin, escribió en Telegram que él y Prigozhin habían sido amigos durante mucho tiempo, aunque en los últimos tiempos Prigozhin “no vio o no quiso ver el panorama completo” de lo que estaba pasando en el país”. Kadirov señala que le pidió a Prigozhin que dejara de lado sus ambiciones personales por el bien de Rusia, pero que Prigozhin estaba impulsado por un “deseo de lograr todo lo que quería aquí y ahora”
Agencias